Alessandro TOMMASI: Chopin e Italia. Historia de amor recíproco

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Alessandro TOMMASI

Ryc. Fabien CLAIREFOND

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«La polonidad de Chopin estaba resonando armoniosamente con el arte italiano que desempeñó papel tan importante en su música», escribe Alessandro TOMMASI

Se sabe que la relación de Chopin con Italia es un amor largo, aunque platónico. Chopin nunca pasó más tiempo en Italia, solo tuvo una estadía corta en Génova después de regresar de Mayorca con George Sand. Desde joven, sin embargo, el compositor polaco veía en Italia no solo un destino de viaje –planeado, pero nunca realizado– sino también un ideal artístico; el Chopin joven ya en Varsovia tuvo contacto con el ambiente «empapado» de la cultura italiana. Además, la cercanía cultural de Italia y Polonia es confirmada con el intercambio de artistas, estudiosos, músicos y arquitectos durante siglos. Uno de los más grandes artistas italianos en Varsovia fue Marcello Bacciarelli quien se convirtió en el pintor de la corte del rey Stanisław August. Después el rey le mandó administrar la vida artística del reino, administrar los edificios reales y cuidar la colección artística real. Huellas de esos intercambios aún se podían encontrar en los tiempos de Chopin: en el Departamento de Libros Impresos Tempranos de la Universidad de Varsovia, lugar relacionado con la biografía del compositor, se almacenaban las estampas de Piranesi y volúmenes dedicados al arte italiano, en especial, de la época clásica, con especial gusto por los descubrimientos de Herculano. Es más, Brodowski, amigo de la familia de Chopin y catedrático de pintura en la Universidad de Varsovia, en muchas ocasiones utilizaba las páginas de esos volúmenes para preparar sus conferencias y como modelos de sus propios trabajos. La influencia del arte clásico, fascinación por la antigüedad verdadera y basada en proporciones tenían que acompañar a Chopin durante sus paseos por el parque Baños Reales con el teatro en el agua [teatr na wodzie] inspirado por el teatro recién descubierto en Herculano. El arte italiano se podía encontrar también en muchos edificios de finales del s. XVIII en Polonia, que estaban bajo la fuerte influencia de Palladio. Incluso los teatros fueron empapados por el arte italiano –el Teatro Nacional fue creado por Bonawentura Solari, arquitecto de procedencia italiana, y nuevo teatro de 1833 también fue obra de un italiano, Antonio Corazzi quien en apenas 24 años de residencia en Varsovia, construyó muchos edificios, siempre inspirados por la antigüedad clásica.

La Universidad de Varsovia la mencioné no por casualidad. Chopin junto con su familia vivía en el edificio de la universidad en los años 1817–1827. Iba a los cursos en la Escuela Principal de Música [Szkoła Główna Muzyki] parte de la Universidad de Varsovia. Fue entonces, durante los años que vivía en el edificio parte de la universidad, cuando Chopin joven pudo ver a un par de metros de su casa una grande colección de estatuas de yeso que eran copias de los monumentos de la antigüedad griega y romana, como también más recientes obras de Canova de cuyos ejemplares muchos perduraron hasta hoy. La mayoría de amigos suyos y de su familia estudiaba en la universidad o impartía clases en ella y la casa de los Chopin hospedaba varios estudiantes universitarios jóvenes.

En pocas palabras, Fryderyk Chopin crecía estando en contacto con la cultura italiana casi a diario, lo que fue reflejado en sus obras. Sin embargo, en vez de la fuerza expresiva de Michelangelo que a George Sand no le gustaba en Chopin, sus modelos eran más bien la elegancia de forma ondulada de Canova, detalles llenos de expresión de Bernini, los paisajes venecianos refinados de Canaletto.

Por eso Chopin queda un personaje tan ambiguo en el s. XIX. Chopin, símbolo por excelencia del romanticismo, sin embargo, tan lejano de la expresividad viva de Liszt, visión de Schumann y el experimentalismo revolucionario de Berlioz –buscaba más bien un equilibrio sublime, sin duda innato, pero potenciado con la cercanía del arte italiano.

No obstante, el contacto más importante de Chopin con la cultura italiana fue, por supuesto, a través de la música.

Hemos visto que el compositor crecía inmerso en un ambiente en el que estaba presente la cultura italiana. No debería sorprendernos entonces que también la música italiana gozaba de gran popularidad. Uno de los primeros contactos de Chopin con la música italiana fue a través de Carlo Evasio Soliva, compositor, profesor de canto (también profesor de un gran amor de Chopin joven, Konstancja Gładkowska), director de orquesta y director de la Universidad de Música de Varsovia. A pesar de mutua aversión de Soliva y Józef Elsner, Chopin logró mantener relación amable y de cooperación tanto con el director de orquesta como con el maestro y en varias ocasiones interpretando en las veladas musicales, acompañando a Soliva en el piano o tocando con orquesta bajo su dirección.

Todavía más importante fue su encuentro con Niccolò Paganini. Paganini estuvo en Varsovia de 23 de mayo a 14 de junio de 1829 para dar diez conciertos en el Teatro Nacional por el motivo de la coronación del zar Nicolás I como rey de Polonia. Para Chopin de diecinueve años eso fue excitante: durante años en sus cartas seguía comparando los solistas a los que tuvo ocasión escuchar, con Paganini. Chopin mismo será después comparado en varias ocasiones al violinista de Génova, incluso por Felix Mendelssohn. Paganini fue pues un fenómeno muy importante para todo el romanticismo: Liszt, Schumann, Chopin, Berlioz –todos ellos veían en el gran violinista el ideal del transcendentalismo, es decir, la capacidad de salir más allá de los límites del instrumento de uno. Cada uno de los compositores lo interpretaba a su manera, por supuesto. Chopin sacaba de ello la inspiración, sobre todo, para los estudios op. 10 y op. 25 cuya composición empezó en 1829, pero no solo. En Souvenir de Paganini, también de 1829, encontramos las huellas de la melodía italiana popularizada en Europa por Paganini y variaciones que habrá en posteriores composiciones de Chopin.

En esta revisión de contactos de Chopin con la cultura italiana a propósito dejé para el final el más importante de los factores artísticos con los que Chopin tenía contacto constante desde su infancia: ópera, concretamente, belcanto al que Chopin tenía apego durante toda la vida. Varsovia amaba la ópera italiana, como toda Europa del s. XIX, la capital polaca fue absorbida por «el ciclón» de Rossini. En 1818 Tankred fue la primera ópera de Rossini interpretada en Varsovia, después de la que la obra tuvo un éxito confirmado por dominar en la vida de ópera en la ciudad en los años 1820–1830. Chopin fue muy apegado a la ópera de Gioacchino Rossini, incluso más que a la ópera de Bellini con el que Rossini es frecuentemente comparado. El compositor polaco escribía frecuentemente en sus cartas sobre la música de Rossini. Sabemos que varias veces improvisó inspirándose por Rossini y algunas de sus composiciones tempranas llevan referencias a la creación de ese compositor, entre otros, la Polonesa en si bemol menor compuesta por Chopin joven, en el que uso la melodía de cavatina de Gianetto de La urraca ladrona (it. La gazza ladra). Es difícil sorprenderse que Chopin admiraba a Rossini. Rossini, compositor que conocía perfectamente los ánimos y tendencias de sus tiempos, permaneció, sin embargo, el hombre del s. XVIII formado con la escuela de Mozart y caracterizado por la fineza aristocrática que –excepto la obra Wilhelm Tell– siempre lo alejaba de la atmosfera tormentosa de Sturm und Drang.

Existen relaciones contradictorias sobre la actitud de Chopin a la música de Bellini, pero independientemente de la opinión real de Chopin, en la música de ambos compositores existen similitudes innegables.

Chopin, sin embargo, permaneció siendo el hombre de principios del s. XIX quien fue inspirado por el modelo de Rossini y al mismo tiempo iba en dirección de Bellini y no teatro del vero de Dionizetti y después de Verdi.

¿Pero cómo se refleja esa influencia de la opera italiana en la música de Chopin? De la ópera italiana Chopin tomó, sobre todo, la idea del canto que tomaba ejemplo de las líneas de belcanto, con su equilibrio, plasticidad seductora y naturalidad expresiva. Todas esas características dirigen nuestra atención a ese ideal del arte clásico cuyo ambiente Chopin respiraba unas veces más, otras menos conscientemente desde su infancia. Por eso en la música de Chopin, incluso en los momentos más dramáticos, nunca hay exaltación de Schumann o la gesticulación teatral de Liszt. Esa cercanía de la ópera italiana de los principios del s. XIX se puede observar en la profunda relación de Chopin con la música popular polaca y en general en la convergencia de las culturas italiana y polaca a la que indica, como fue mencionado, la historia de las relaciones entre ambos países. Tomemos como ejemplo el rubato de Chopin –gran estudioso Gastone Belotti está buscando sus raíces en la ópera italiana cuya libertad de canto con el acompañamiento discreto era una práctica de grandes cantantes de aquellos tiempos. Alina Żórawska-Witkowska encuentra, sin embargo, su presencia también en la música popular polaca en la que los ritmos de baile, melodiosos dos notas o tríadas con distintas da capo son solo algunas similitudes que abarcan también la acentuación de palabras. En pocas palabras, seguro también gracias a que la polonidad de Chopin resonaba en totalidad armoniosa con el arte italiano que jugó papel tan importante en su música.

Podría decirse que la recepción de Chopin en Italia, a pesar de que aún no ha sido investigada detalladamente, en el s. XIX fue muy extensa. Aunque hasta finales del s. XIX la cultura música italiana fue dominada por la ópera, la música de Chopin paulatinamente y despiadadamente llegaba a los salones italianos y salas de conciertos hasta que se hacía cada vez más popular entre la audiencia, como también entre los pianistas, compositores y musicólogos, lo que de manera precisa reconstruye Silvia Bruni.

Uno de los aspectos que el público italiano de la segunda mitad del s. XIX captó inmediatamente fue el patriotismo –de la tierra oprimida a la tierra oprimida, la narración de Chopin en el exilio que describía con su música la historia de Polonia, fácilmente fue entendida en la Italia renaciente que estaba buscando unidad y fue comprometida en la lucha por la independencia.

Si Chopin amaba Italia, fue sin duda un amor recíproco. Se desarrollaba en el compositor durante años de sus estudios y fue profundamente arraigado en su infancia. Pero podemos señalar también otra fuente muy importante de esa pasión –la comida. Las galleterías, los restaurantes, pero sobre todo las pastelerías en Varsovia de principios del s. XIX fueron en su gran mayoría italianos. Y pocas cosas influyen en la mente y en el corazón del niño tan fuerte como el lugar donde huelen las galletas.

Material protegido por los derechos de autor. Queda prohibida su distribución salvo permiso explícito de la editorial. 05/01/2022