John ALLISON: Ignacy Paderewski y su vínculo con el mundo anglosajón

Ignacy Paderewski y su vínculo con el mundo anglosajón

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John ALLISON

Jefe de redacción de la revista Opera, critico de música en The Daily Telegraph. Miembro del jurado en numerosos concursos músicos internacionales, cofundador de International Opera Awards en 2013.

Ryc. Fabien CLAIREFOND

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«Aprovechó la fama ganada en Estados Unidos para lograr para la patria el apoyo del presidente Woodrow Wilson en la lucha por la independencia», escribe John ALLISON

.Entre muchas figuras famosas reunidas en la Conferencia de Paz de París a principios de 1919, allí estuvo también el excelente músico. Pero la política en ese tiempo lo forzó a tomar un periodo sabático de sus actividades músicas. Quejándose sobre la llegada de la distinguida muchedumbre, Marcel Proust dijo que «Ritz se ha vuelto intolerable, a pesar de la presencia de Paderewski, sin las polonesas de Chopin». Ignacy Jan Paderewski (1860–1941) ya antes ha dejado su carrera de compositor y el renacimiento de Polonia independiente –finalmente alcanzado al finalizar la Primera Guerra Mundial– consumía todas sus energías, sobre regresar a su carrera de virtuoso del piano podía pensar después de un corto periodo de servicio como el primer ministro y ministro de Asuntos Exteriores del nuevo Estado, puestos que le encomendó el nuevo Jefe de Estado Józef Piłsudski.

Cuando volvió a dar conciertos, atraía multitudes, lo que no debe sorprender, ya que fue realmente la primera superestrella del s. XX. Realmente, la locura de «Paddymanía» estaba en ambos lados del Atlántico ya desde los años 90 del s. XIX cuando de los conciertos de Paderewski había que sacar las damas desmayadas. Sin embargo, su estrella brillaba tal vez lo más fuerte en los Estados Unidos donde por la causa de Polonia en el campo de la cultura había luchado antes la actriz pionera Helena Modrzejewska que sabría arrebatar al auditorio recitando el abecedario polaco. No pasó mucho tiempo y Paderewski empezó a trasladarse por América en su vagón privado de tren, lo que era un privilegio reservado para pocos.

La política tuvo influencia en su vida desde principio. Cuando era niño, no solo fue testigo de cuando arrestaron a su padre por haber estado involucrado el último en el Levantamiento de Enero, sino también recibió un par de palizas por parte de los soldados rusos. Aprovechó la fama ganada en Estados Unidos para obtener el apoyo para su patria por Woodrow Wilson quien resultó ser el aliado de Polonia en la lucha por la independencia más influyente y eficaz. Paderewski conoció también a tres antecesores del presidente Wilson: William McKinley, Theodore Roosevelt y William Howard Taft (como posdata vale la pena añadir que en 1992, después de la caída del comunismo, la tumba de Paderewski fue traída por fin a Polonia, en la misa funeraria estuvo también George Bush padre).

Sin exageración se puede decir que aunque Paderewski siempre fue valorado en su patria, su mayor fama la alcanzó en el mundo anglohablante, lo que no del todo fue bueno para su reputación fuera de lo musical después de su muerte. Murió en Nueva York, aunque su lugar de residencia principal y base de la que salía para sus giras fue desde 1899 una villa suntuosa Riond-Bosson de Morges, cerca de Lausana. Disfrutando de los grandes frutos de su éxito compró también un rancho en California en Paso Robles donde probaba sus habilidades en el cultivo de la vid Zinfandel. Desde los inicios de la década de los noventa del s. XIX y durante el periodo de sus giras de conciertos, Paderewski nunca se alejaba por periodos largos de Londres. Fue allí donde logró ganar otros promotores de la causa polaca. El homenaje al músico le rindió Elgar poniendo la cita de una obra de Paderewski en su preludio sinfónico Polonia compuesto en 1915 por la causa del Fondo de Ayuda para las Víctimas Polacas. La excelente pieza incluye también otros préstamos, entre ellos, el de Mazurek Dąbrowskiego, el futuro himno polaco, en los colores de orquesta brillantes característicos para Elgar. La fuerza de las capacidades de organización de Paderewski mejor la demuestra que en la lista de los grandes y buenos (aunque no siempre tan buenos) personajes que apoyaban el fondo polaco figuraban, entre otros, Thomas Hardy y Winston Churchill. Solo su compatriota Joseph Conrad rechazó en dos ocasiones la invitación para unirse, explicando en el telegrama: «Con todo el respeto a su ilustre personalidad, tengo que rechazar ser miembro del comité en el que, entiendo, aparecerán también los apellidos rusos». Excepto en esa ocasión, las puertas se abrieron casi en todos lados a Paderewski, incluso los de Downing Street 10 donde buscaba apoyo para Polonia de parte del primer ministro británico David Lloyd George.

Paderewski estaba también familiarizado con tener contacto con los jefes de Estado no electos. Así como toda la gente común amante de libertad y de música cayó bajo su encanto, igual los reyes y reinas. En verano de 1891 en Londres cuando ya se reunió en la cena con todos, empezando por Henry James, Lawrence Alma-Tademy y Edward Burne-Jones, y terminando con Oscar Wilde, Aubrey Beardsley y varios aristócratas, fue convocado a dar concierto en el Castillo de Windsor para la reina Victoria. Paderewski recordaba: «Se dirigía a mí con un francés bello y de verdad me impresionó cómo fue de reina en todos los aspectos de esa palabra, cuántas veces usada demasiado. Había tanta majestad en esa pequeña mujer … Me sorprendió cuánto sabía de la música. Todo lo que dijo era sumamente acertado. La reina me devolvió un cumplido igual de grande y luego, siendo ella misma un listo «crítico musical» (con experiencia que remonta la época de sus favoritos tales como Mendelssohn y Jenny Lind), apuntó en sus diarios que Paderewski tocaba con «Increíble fuerza y sentimiento tan tierno. De verdad pienso que es casi igual a [Anton] Rubinstein».

Cuánto cambió durante aquel año. El debut de Paderewski en St James’s Hall de Londres en 1890 resultó ser un fracaso: con poca audiencia y con reseñas negativas (Como constató después Arthur Rubinstein: «Los ingleses tenían la fama de ser lentos en aceptar los jóvenes nuevos recién llegados»). Sin embargo, en aquel entonces Paderewski ya tenía amigos en la sociedad que movieron cosas por él y pronto los pintores encantados por su fisionomía prerrafaelita clamaban para pintarlo. Poco después le invitaban a las veladas privadas (a las que con frecuencia odiaba). A finales de verano de 1890 salió a dar la gira por las ciudades británicas, dejando la impresión que después fue así resumida por el crítico John Alexander Fuller Maitland: «[Paderewski] es alguien que… une en sí las mejores características de todos los pianistas más grandes de todos los tiempos». La nueva fama significaba las giras de conciertos, entre ello, a tales partes del Imperio Británico como Nueva Zelanda, Australia y Sudáfrica (después de la estadía en los pueblos provinciales Bloemfontein y Pietermaritzburg en marzo de 1912 esa última visita fue descrita por él como «en general una experiencia muy desagradable»). Uno puede divagar si mencionó sobre la gira por Sudáfrica a Jan Smuts cuando estaba sentado enfrente de él en la Conferencia de Paz de París.

El biógrafo de Paderewski, Adam Zamoyski lo describe no usando hipérbola, como el «pianista más popular de todos los tiempos». Paderewski es aparte el heredero directo de los pianistas-compositores tales como Liszt o Anton Rubinstein, aunque su legado es mucho menor. Con frecuencia tocaba recitales solamente de obras de Chopin con las que lo asociaban internacionalmente por su polonidad. Entonces es una pena que hoy tenemos una imagen más bien incompleta de sus capacidades pianísticas. Su primer disco lo grabó a sus 51 años y aunque al estudio de grabación regresaba durante el resto de su vida con frecuencia, nunca se acostumbró ni al proceso, ni a la idea de grabar música. Seguro sus mejores interpretaciones nunca fueron grabadas. Sabiendo lo duro ensayaba por el motivo del miedo escénico, solo podemos imaginarnos que habría dejado impresión incluso más legendaria si se hubiera retirado antes (o no hubiera regresado a dar conciertos después de la Primera Guerra Mundial).

La mayoría de las interpretaciones las daba en Gran Bretaña o en América, lo que refleja otra vez su pacto con el mundo Anglosajón. En su libro Chopin Playing James Methuen-Campbell llama a Paderewski directamente «la primera víctima del gramófono. Fue uno de los pianistas más grandes de antes de la Primera Guerra Mundial, pero siendo mayor fue convencido entrar al estudio y grabó varios discos que en parte son apenas satisfactorios y en parte embarazosamente imprecisos como para artista de tan elevada posición». Lo mejor son, sin duda alguna, sus grabaciones más tempranas. En ellas se escuchan esos tonos hipnóticos, de voz baja, con los que ganó tanta fama.

Aunque la edición de las obras de Chopin a la que Paderewski empezó a editar en 1937 y que fue ya terminada después de su muerte (y después de la Segunda Guerra Mundial) fue reemplazada por más precisas ediciones urtext, su autor gozaba de autoridad en cuanto a la música de Chopin por sentir su estilo autentico. El pianista especialmente admirado por Paderewski fue Moriz Rosenthal que empezó a recibir clases de parte del estudiante de Chopin Karol Mikuly a la edad de apenas nueve años. Un profesor temprano de Paderewski fue Juliusz Janotha, amigo de la estudiante favorita de Chopin, princesa Marcelina Czartoryska. A la edad de 24 Paderewski estudió en Viena con el reconocido pedagogo Theodor Leschetizky que fue estudiante de Czerny, entonces de forma indirecta, de Beethoven. Leschetizky tenía 19 años cuando murió Chopin y nunca escuchó como tocaba, pero muchasspersonas de su círculo habían conocido a Chopin y eran testigos de sus interpretaciones. Quizá es característico que a Paderewski también le gustaba tocar en los pianos Erard, la marca favorita de Chopin, excepto durante las visitas en los Estados Unidos cuando fue obligado a tocar en los Steinway.

Grabando las piezas de Chopin, Paderewski solía elegir las formas cortas. No encontraremos entre ellas a scherzos, balladas o sonatas (excepto Marcha fúnebre de Sonata en Si bemol menor). Sin embargo, algunas piezas las grabó varias veces, como por ejemplo el Nocturno Fa sostenido mayor, op. 15 n.o 2 grabado en cinco versiones en los años 1911-1937 –con igual frecuencia grabó solo su propia pieza popular Minuet en Sol mayor. A Paderewski se le puede ver y escuchar en la película Claro de luna (Moonlight Sonata) rodada en Londres en 1935 para la que grabó la pista en Abbey Road. La película, el éxito de taquilla de aquellos tiempos, envejeció mal como una película, pero (disponible en YouTube) sigue siendo un documental revelador de cómo pudieron ser los recitales de Paderewski.

Un destacado musicólogo Jim Samson resume bien en la entrada dedicada a Paderewski en The New Grove Dictionary of Music and Musicians: «Nuestra atención la llama hoy al mismo tiempo pianista legendario, estadista carismático y personaje verdaderamente destacado». Por otro lado, tal vez es un poco brusco escribiendo que «como compositor Paderewski tiene poco que decir al público contemporáneo». Ese juicio parece cambiar gracias al número de interpretaciones buenas cada vez más grande y actitud menos ortodoxa hacia las modas de música. Por supuesto, no todas las composiciones de Paderewski son obras maestras, aunque por otro lado la involucración social del artista pudo influir en que su actividad compositora no fuera percibida de forma tan seria. Entre las piezas «de salones» encontraremos, sin embargo, tan excelente miniaturas como Mélodie op. 16 con cantilena chopinesca o Nocturno en si bemol mayor moderado y calmante. A veces son las pequeñas formas la prueba de la maestría pianística. Extensas Variaciones y Fuga sobre un tema original en mi bemol menor op. 23 es una pieza en todos aspectos espléndida y digna de más interpretaciones. De grandes obras para orquesta cabe mencionar el Concierto para piano en La menor que se distingue por tonos vigorizantes y poéticos. La obra es, por cierto, fuertemente presente en la conciencia de los amantes de música gracias a las interpretaciones de, entre otros, Earl Wild, Barbara Hesse-Bukowska, Felicja Blumenthal, Kevin Kenner, Nelson Goerner, Dang Thai Son, Piers Lane, Jonathan Plowright, Janina Fiałkowska.

Para Paderewski la pieza favorita de todas suyas fue la ópera Manru. Esa pieza que se inscribe en la memoria, llena de dinámica dramática y los colores de orquesta profundos, sigue siendo la única obra de cualquier compositor polaco que fue presentada en Metropolitan Opera de Nueva York. La Opera es basada en la historia escrita por Józef Ignacy Kraszewski Choza fuera de la aldea y cuenta el lado oscuro de la vida gitana, al revés que la novela corta de Prosper Mérimée en la que su ópera gitana basó Bizet. La idea de Mérimée es volteada también por la introducción de un antihéroe masculino y dejar todos los personajes principales vivos (aunque no en totalidad como resulta). La pieza comprueba que el mensaje del fundador del Estado polaco contemporáneo sigue siendo actual en el clima político que respiramos ahora. Como observó el director del Teatr Wielki (Gran Teatro) Waldemar Dąbrowski en el programa que anunciaba la vuelta de Manru al escenario de la Ópera Nacional de 2018: «Historia del amor destinado a la derrota en la confrontación con las formalidades y normas sociales tradicionales, sin fuerza contra los perjuicios y supersticiones arraigadas profundamente, [se convierte] en su esencia la advertencia de xenofobia y la no toleración, el cuento sobre la fuerza de lo general aplastante».  

.En el año 1941 la sucursal de Nueva York de la editorial Boosey & Hawkes pidió un álbum titulado Homage to Paderewski (En homenaje a Paderewski) para conmemorar el 50.o aniversario del debut americano del gran músico. El álbum publicado en 1942 se convirtió en realidad en un homenaje póstumo, compuesto según el plan original por 17 compositores de los que la mayoría, así como Paderewski, quedó influida por la fuerza de atracción de América. Incluye piezas de tan distintos artistas como Bartók, Milhaud y Joaquín Nin-Culmell (hermano de famosa Anaïs), y los verdaderos tesoros, incluyendo las de Martinů (su primera obra compuesta en los EE. UU) y Castelnuovo-Tedesco. El carácter del pedido no fue entendido por Britten quien compuso la obra para dos pianos, por lo que su Mazurka elegiaca fue publicada aparte. Sería difícil encontrar el homenaje más cosmopolita al fundador de Polonia moderna y ciudadano del mundo.

John Allison

Material protegido por los derechos de autor. Queda prohibida su distribución salvo permiso explícito de la editorial. 22/01/2022