
El pensamiento político de Wincenty Witos
Wincenty Witos fue una de las personas más importantes en el gran proceso de transformación del campesinado, apegado a los monarcas de las particiones, en polacos conscientes de su ciudadanía. Sin este proceso, el “milagro del renacimiento” habría sido mucho más modesto y menos eficiente, escribe la profesora Ewelina PODGAJNA
.Wincenty Witos nació el 21 de enero de 1874 en un caserío que, desde los tiempos de la servidumbre, llevaba el nombre de Dwudniaki, en el pueblo de Wierzchosławice. Era el primogénito de Katarzyna y Wojciech. Tuvo dos hermanos, uno de los cuales murió en la infancia. Wincenty creció en circunstancias difíciles. A los diez años fue enviado a la escuela, que despertó su ansia de conocimiento. Sin embargo, no pudo continuar su educación debido a la miseria en la que vivía su familia. Fue un autodidacta, que debió su desarrollo y su carrera política a su propio trabajo y tenacidad a la hora de alcanzar sus propósitos. Experimentó con su propio ejemplo la necesidad de la ciencia y el papel que desempeñaba esta en la educación y formación de la conciencia de las jóvenes generaciones de polacos.
Witos ejerció una influencia muy importante en el proceso de concienciación de la población rural, como líder campesino y hombre de Estado que combinaba la actividad política con la perspicacia en los asuntos más importantes para el Estado polaco. Vivió 71 años. A lo largo de su vida, fue observador y partícipe de acontecimientos claves en la historia de Polonia: la época de las particiones, las dos guerras mundiales, la reconstrucción del Estado tras más de un siglo de esclavitud y la creación de nuevos principios políticos. Partiendo desde la posición de activista local de Galitzia, llegó hasta la cima política. Fue diputado del Sejm Nacional de Galitzia y del Consejo de Estado de Viena, cofundador del Partido Popular Polaco “Piast” entre 1913 y 1914, cocreador de su línea táctica y organizativa y de su pensamiento político, y presidente de la Comisión Liquidadora Polaca en otoño de 1918. Ocupó la jefatura del Estado en tres ocasiones, ejerciendo de primer ministro en los años 1920-1921, 1923 y 1926. También fue cofundador del Centrolew, prisionero en Brześć, presidente del Consejo Supremo del Partido Popular en 1931 y exiliado político en Checoslovaquia en el período 1933-1939. Durante el primer gabinete de Witos se establecieron las bases políticas de la renacida Polonia: la Constitución de marzo de 1921, la Ley de Reforma Agraria (1920), y también quedó determinada la frontera oriental —tras la victoriosa guerra con la Rusia bolchevique— mediante el Tratado de Riga de 18 de marzo de 1921. El poder, sin embargo, no era para él un fin, sino un medio para hacer realidad las ideas que profesaba. El pueblo del que era originario ocupaba un lugar especial en su pensamiento y sus actividades políticas. Luchó por que los campesiones se conviertieran en ciudadanos activos y conscientes de su país y por su liberación del yugo de su pasado de siervos, con el fin de que ocuparan un lugar digno en la sociedad y el país. Gracias a sus propios esfuerzos, los campesinos debían alzarse hasta alcanzar el papel de ciudadanos y cogestores de un Estado responsable de su bienestar y seguridad.
Durante toda su vida dirigió una granja, sin descuidar nunca su trabajo ni siquiera cuando ocupó importantes cargos estatales. Esto le acercó a los campesinos, le hizo creíble en las ideas que predicaba, pero también se convirtió a menudo en motivo de burla por parte de los adversarios políticos. Concienció a los habitantes del mundo rural social, económica y políticamente, y luchó contra el analfabetismo y la explotación. En su labor social, de gobierno local y política, enseñó y educó al pueblo, vinculando sus pensamientos, sus deseos, sus deberes y sus necesidades a la vida del Estado. Stefan Józef Pastuszka decía de él, con razón, que fue “la persona que devolvió los campesinos a Polonia”.
Wincenty Witos fue un político consumado, un gran publicista, un orador nato y un agricultor apasionado con su trabajo. Sus contemporáneos le juzgaron en vida de diversas maneras. No era infrecuente que las valoraciones estuvieran condicionadas por consideraciones ideológicas y políticas. Las diferencias eran a veces extremas según la posición política o los intereses presentados. Así lo señaló el propio Witos al escribir sus memorias durante su exilio político en la década de 1930 en Checoslovaquia. En sus memorias señaló: “Hubo momentos en que para algunos yo era un campesino aristocrático, mientras que, al mismo tiempo, para otros era un vulgar leñador de Sanguszko. Mientras algunos querían ver en mí persona nada más que a un salteador de caminos —un Shela, empeñado en devorar viva a la nobleza e incluso a los sacerdotes—, al mismo tiempo otros me proclamaban solemnemente traidor a los campesinos, labrador de un sacerdote y lacayo de un señor. Mientras algunos me atribuían capacidades, en absoluto excepcionales, una gran perspicacia política y un razonamiento fuera de lo común, otros me retrataban como un alcornoque, que de vez en cuando adquiere la perfidia y la astucia zorruna características de la gente de esta esfera. Sé que todavía hay un gran número de personas en Polonia que quieren verme como la encarnación de todas las virtudes, capacidades y razón, que creen que, con mi trabajo, mis esfuerzos y mi conducta, he librado al país de graves y, para un organismo joven, peligrosas conmociones, y tal vez incluso de un golpe de Estado. Pero también sé que no faltan quienes tratan de socavarme por todos los medios, de minar mi autoridad, de sugerir mis peores intenciones, de tratarme con injurias, calumnias e insultos”.
Fue el líder de un gran movimiento social, de un gran partido político, un hombre independiente que no se preocupó de sus propios beneficios materiales, sino que se fijó como meta los intereses de su país y de su pueblo. S. Pigoń escribió sobre él: “Witos es un campesino a todos los efectos, por lo que la gente puede identificarse fácilmente con él. En este caso no solo son decisivos el lugar nacimiento y una larga vida en un oficio común. De mayor importancia es la misma forma de pensamiento aquí y allá, la misma estructura de la psique, la misma actitud en última instancia hacia el mundo y hacia la vida. Este parentesco se pone claramente de manifiesto por los rasgos individuales de la personalidad de Witos, que elevan su autoridad: por su alto sentido de la dignidad, por su valor, su tenacidad, en definitiva, por su carácter. (…) Su fuerza como líder del pueblo reside en el hecho de que es un tipo de campesino polaco extraordinario, elevado a una potencia superior”. Era un político que siempre subrayaba sus raíces campesinas: en su discurso, sus maneras, sus gestos, su forma de vestir.
Wincenty Witos fue una de las personas más importantes en el gran proceso de transformación del campesinado, apegado a los monarcas de las particiones, en polacos conscientes de su ciudadanía. Sin este proceso, el “milagro del renacimiento” habría sido mucho más modesto y menos eficiente. Fue Witos quien, junto con el movimiento popular, se ganó el apoyo de los campesinos en los conceptos de identidad polaca y de Estado propio. No fue casualidad, por tanto, que encabezara el gobierno en 1920. Era necesario movilizar a toda la sociedad para luchar contra los bolcheviques, y 2/3 de esa sociedad eran campesinos. Una persona como Witos en el cargo de primer ministro les demostraba que luchaban por los suyos. La esencia de las convicciones políticas de Witos quedaba plasmada en el hecho de que era un demócrata y un patriota. Colocó a Polonia y a la identidad polaca al frente de los valores que defendía.
Presentó una visión de un futuro Estado reformado —una Polonia popular— que debía alcanzarse gradualmente, empleando las formas legales para esta lucha. Rechazó la revolución como vía de cambio político y constitucional por temor a que fuera una forma de violencia, que condujera a la agitación e inevitablemente a la dictadura, a la que él, como todos los agraristas, se oponía. Era partidario del sistema de gabinete parlamentario, fruto de su experiencia en el Sejm Nacional de Galitzia y en el Parlamento de Viena. Desempeñó un papel importante en la construcción de la calle Wiejska. A principios de la década de 1920, luchó por conseguir una posición fuerte del Sejm en el sistema de gobierno. Sin embargo, reconociendo las debilidades del parlamentarismo polaco debidas a la falta de mecanismos de control sobre el órgano legislativo, tras un breve período de vacilación, no sin la influencia de acuerdos de compromiso, pasó a ser partidario del bicameralismo. Formuló un programa de cambio destinado a reforzar el ejecutivo en detrimento del legislativo. Creó un programa para remediar los errores del parlamentarismo polaco, después de ser expulsado del poder por Piłsudski a través del golpe de Estado en 1926 lo defendió frente a los ataques del movimiento político Sanacja, que tanto en la doctrina como en la práctica perseguía el principio de un “gobierno fuerte”. Después de mayo de 1926, se convirtió en un ardiente defensor de la institución del Parlamento, de sus principios e ideas, subrayando que la desintegración del Sejm impediría a las capas populares ejercer influencia sobre los asuntos del Estado y, en consecuencia, las relegaría a los márgenes del Estado. Witos pasó a la historia política del período de entreguerras como el defensor indiscutible y más coherente de la democracia parlamentaria, independientemente de las debilidades y deficiencias percibidas y claramente articuladas públicamente de ese sistema.
El respeto a la ley desempeñaba un papel esencial en las opiniones de Witos. Su visión del Estado se basaba en el Estado de derecho, es decir, en la ley como garantía de un sistema social justo. Proclamaba la igualdad de los ciudadanos ante la ley con independencia de su nacionalidad y religión, pero situó el deber de respetar la ley en el pedestal de los principios políticos. El Estado de derecho debía ser defendido por un poder judicial accesible a todos los ciudadanos, profesional, gratuito o lo más económico posible. Los tribunales debían ser apolíticos y las sentencias debían dictarse con rapidez e imparcialidad. El ejemplo más elocuente de la quiebra de la independencia judicial en la Segunda República fue el juicio de Brest ante el Tribunal de Distrito de Varsovia entre el 26 de octubre de 1931 y el 13 de enero de 1932. El juicio se inició contra militantes de Centrolew. Once personas fueron sentadas en el banquillo acusadas de preparar un golpe de Estado para derrocar al gobierno. La verdadera razón no eran los actos de los que se les acusaba, sino el hecho de que se habían expuesto al resentimiento del bando gobernante. Entre los detenidos y acusados se encontraba Witos. Quienes dieron el golpe de Estado y ejercieron el poder mediante el terror juzgaron a quienes exigían el restablecimiento del Estado de derecho. El juicio de Brest evidenciaba la violación de las normas legales, intimidando y quebrantando a la oposición, pero también a la sociedad en su conjunto. En el transcurso del juicio, Witos compareció en dos ocasiones. Negó con vehemencia que los militantes de Centrolew estuvieran preparando un golpe de Estado, subrayando que su objetivo era defender la ley y la libertad, señalando que era el bando gobernante el que había violado repetidamente la Constitución vigente después de 1926: “Señoría, yo era el presidente de este gobierno, que fue derrocado por el golpe de mayo. Yo no di el golpe, pero me convertí, junto con el gobierno, en víctima del mismo. Y este gobierno, después de todo, no era un gobierno usurpador, era un gobierno constitucional, nombrado por el presidente de la República. Así pues, fueron otros los que llevaron a cabo el golpe de Estado y la conspiración, y soy yo quien está sentado en el banquillo de los acusados. Deben ser juzgados los verdaderos golpistas de Polonia. Sin embargo, siempre he creído que en Polonia existe la justicia, una justicia igual para todos (…). Por eso, sentado hoy en el banquillo de los acusados, (…) espero que por fin se produzcan cambios en Polonia, cuando prevalezcan el derecho y la justicia, cuando se sienten en el banquillo de los acusados quienes no solo prepararon el golpe de Estado, sino que también lo quisieron y lo llevaron a cabo”.
En su discurso de defensa, Witos expuso las ideas de un Estado democrático basado en la sociedad civil, subrayando que siempre se había basado en la ley: “Todo lo que hice estaba de acuerdo con el espíritu de la ley y, además, era mi deber ciudadano”. El tribunal condenó al que fue tres veces primer ministro del gobierno y caballero de la más alta condecoración estatal, la Orden del Águila Blanca, a un año y medio de prisión y privación de derechos, y declaró que le imponía una pena tan baja solo “porque había servido bien a su patria”. Esta fue, sin duda, otra prueba más reconocida por Witos como una violación del Estado de derecho. A pesar del veredicto y de su amargura, Witos no dejó de defender los mayores valores que había honrado a lo largo de su vida: la independencia de Polonia y el Estado de derecho. Finalmente, el Tribunal Supremo decidió el 5 de octubre de 1933 confirmar las sentencias. Para entonces, Witos ya no estaba en Polonia. Decidió emigrar y partió hacia Checoslovaquia a finales de septiembre. Después de 90 años, en mayo de 2023, el Tribunal Supremo, a petición del Defensor del Pueblo, anuló las resoluciones judiciales anteriores a la guerra en este caso por considerar que se habían dictado en flagrante violación de la ley. Todos los condenados fueron absueltos y rehabilitados.
Witos era un profesional, un realista táctico, un astuto observador de la realidad, un pragmático. A lo largo de toda su actividad profesional, estableció acuerdos, alianzas y firmó compromisos con diversos grupos, desde la izquierda parlamentaria hasta la extrema derecha. A partir de la actividad práctica y la observación de la realidad, formulaba sus reflexiones y extraía conclusiones. Algunos de los postulados descritos e indicados por Witos siguen siendo válidos en sus aspectos generales a día de hoy y, por tanto, las soluciones que propuso merecen ser consideradas incluso en la actualidad. Entre ellas figuran, sin duda, la democratización de las estructuras de poder, la gestión eficaz del Estado, que combinó con un personal administrativo altamente cualificado, la observancia de los derechos y libertades civiles, la propagación de las ideas patrióticas y la educación en el espíritu del amor a la patria.
Wincenty Witos es sin duda uno de los líderes más destacados de los campesinos polacos. Ejerció una gran influencia en el pensamiento político del movimiento popular a través de su negación de la realidad imperante y de los conceptos que formuló para su reconstrucción basados en los cánones de libertad e igualdad, justicia social y democracia. El pensamiento político de Witos enriqueció y desarrolló la visión del agrarismo del Estado polaco. Se trataba del concepto de una “tercera vía” de desarrollo social, cuyo objetivo era crear un sistema estatal entre el capitalismo y el socialismo.
.El líder del PSL “Piast”, conocido como la “tribuna del pueblo”, fue uno de los personajes más influyentes en la vida política de la primera mitad del siglo XX. Es una de las figuras más reconocidas de la historia reciente de Polonia como símbolo y defensor del movimiento campesino. Witos contribuyó enormemente a la construcción de la independencia y la soberanía nacional, situándose en las primeras filas de la lucha por la libertad y las fronteras del país, enriqueciendo el pensamiento político polaco y dejando una huella duradera en la historia reciente de Polonia. Hoy, este patriotismo incuestionable de Witos y de las filas populares, que antepone los objetivos nacionales generales a los particularismos de clase y de partido, y se esfuerza por construir una Polonia justa para todos los ciudadanos, constituye una digna representación. Pasó a la historia política de la Segunda República de Polonia como uno de los defensores más consecuentes de la democracia parlamentaria, independientemente de las debilidades y deficiencias percibidas y claramente articuladas públicamente de este sistema. En la década de 1930, expresó repetidamente su convicción de la superioridad de este sistema sobre todas las variedades de régimenes autoritarios —incluidos los nacionales, el movimento Sanacja— y sobre los totalitarismos —el fascismo y el comunismo—. La realidad del mundo de después de la guerra le dió la razón indiscutiblemente en esta cuestión.
Ewelina Podgajna