La creciente fuerza de Europa Central y Oriental es producto de su pasado común
.La República de las Dos Naciones fue un estado que existió en los siglos XVI, XVII y XVIII entre el Báltico y el Mar Negro. En el interior de sus fronteras vivían lituanos, polacos, bielorrusos y ucranianos. Casi 8 millones de personas vivían y prosperaban en un territorio de unos 800 000 kilómetros cuadrados. Predominaba una economía tradicional, con una fuerte concentración de la propiedad de la tierra: el 80% de la población trabaja en la agricultura. Desde estas tierras se exportaban enormes cantidades de cereales a Europa Occidental, que en el período posterior al descubrimiento de América y al inicio de su colonización se vendía a precios elevados y proporcionaba una renta per cápita de aproximadamente la mitad de la de los Países Bajos, que entonces experimentaba un auge comercial. Desde la perspectiva actual, puede que no sea una cantidad impresionante, pero en aquel período, el propósito de la agricultura era garantizar la vida de todos, y el funcionamiento de la economía señorial proporcionaba esa seguridad a los campesinos que constituian la servidumbre y que eran dominantes en número.
Las naciones modernas de Europa Central y Oriental, que en su día se beneficiaron de un sistema político libre y protofederalista que las protegía de los abusos del absolutismo zarista, tienen sus propios estados separados: Bielorrusia, Lituania, Polonia y Ucrania, con una superficie total de más de un millón de kilómetros cuadrados y más de 90 millones de habitantes. Una cooperación económica mutua más profunda les daría la oportunidad tanto de fortalecer su independencia de la agresiva Rusia, como de alcanzar un nivel de prosperidad relativamente alto.
La ubicación geográfica tiene una influencia muy importante en el destino de las naciones. Se conforman a través de la interacción con sus vecinos. Si sus pautas históricas se perciben como positivas, crean vínculos simbólicos y constituyen puntos de referencia para la cooperación, incluso cuando las circunstancias externas no lo permiten temporalmente.
La proximidad geográfica aumenta la intensidad de las transacciones comerciales, y la proximidad cultural y lingüística también tiene un efecto en la misma dirección. El nivel comercial actual entre Bielorrusia, Lituania, Polonia y Ucrania, los países de la antigua Mancomunidad Polaco-Lituana, está lejos de su óptimo natural.
En un mundo imaginario sin fronteras ni fricciones cinéticas, la cooperación económica la ponen en marcha empresas y empresarios. En el mundo real, la cooperación económica internacional está determinada por los estados y los gobiernos. Ellos son responsables de desarrollar una amplia gama de infraestructuras: desde aeropuertos y puertos, hasta carreteras y fibra óptica. Si los gobiernos quieren fomentar la cooperación mutua, configuran las infraestructuras en consecuencia, acordando proyectos con sus vecinos y teniendo en cuenta sus necesidades. La compañía petrolera polaca Orlen ya en este momento exporta productos petrolíferos a través del puerto lituano de Klaipėda, el sistema de red eléctrica polaco permite intercambiar el excedente de energía eléctrica con Ucrania, y la Vía Carpatia, que está siendo construidad y recorre la frontera oriental de Polonia, permitirá integrar en el futuro el tráfico de Bielorrusia y Ucrania.
Es concebible que en un futuro no muy lejano todos estos países operen dentro de un espacio económico europeo más amplio. Sin embargo, nada se opone a una cooperación más estrecha entre ellos en el ámbito de la seguridad energética. Lituania está cerrando una central nuclear construida con tecnología soviética, mientras que Polonia pretende construir sus propias centrales nucleares, sin las cuales es difícil conciliar los objetivos climáticos y la seguridad energética. Estas empresas crean complementariedades energéticas potenciales.
La fragmentación económica del mundo ha comenzado ante nuestros ojos. Las empresas y los países están acortando las cadenas de suministro de bienes y servicios clave. No desean estar sometidos al servicio de proveedores lejanos, especialmente si estos proceden de estados autoritarios o dictatoriales. Esta es una oportunidad para que las empresas y los empresarios entren en mercados geográficamente más cercanos, para crecer más rápido sin la presión de las empresas competidoras de países que no respetan los derechos laborales, sociales o medioambientales. ¡Es el momento de redescubrir nuestra mutua atracción y necesidad económica!
Los países de Europa Central y Oriental, especialmente Ucrania, son una región de tierras fértiles. Ucrania ha sido y puede seguir siendo el granero de Europa. Con las bombas rusas cayendo en suelo ucraniano, el mundo teme por la escasez de cereales o de aceite de girasol. La guerra no durará para siempre y los campos se volverán a sembrar. Sin embargo, está claro que la agricultura moderna debe ser eficiente y, al mismo tiempo, ecológica. Debe apoyarse en la investigación científica, la innovación agronómica y la educación de alta calidad. El campo para cooperación mutua es obvio, y las universidades agrícolas polacas, lituanas y ucranianas ya son activas en él.
El poder abordar problemas económicos o naturales complejos resulta más sencillo cuando los retos son asumidos por personas con una buena formación, que colaboran entre sí en el marco de organizaciones económicas (empresas) y públicas (instituciones estatales) eficaces. Todos los países analizados conceden una gran importancia a la calidad de sus sistemas educativos y mejoran constantemente sus puestos en los estudios PISA. El capital humano y las actitudes empresariales de los jóvenes son condiciones para una mejora sostenible de la calidad de vida.
.Sin embargo, igualmente importante resulta el apego al lugar y a la identidad nacional. Los economistas demuestran que el 65% de nuestros ingresos no se debe a nuestro talento, sino al lugar donde hemos nacido y donde vivimos. Esto, por supuesto, crea un fuerte impulso a favor de la inmigración, que se observa en la actualidad, especialmente entre los habitantes del continente Africano. El sentimiento de identidad nacional neutraliza gran parte de la fuerza de este impulso, ya que hace que la gente sea paciente, esté dispuesta a crecer con su comunidad o, tras pasarr un período en el extranjero, regrese para aportar capital, trabajo y empresa al desarrollo de su territorio. Este factor invisible es el patriotismo bien entendido: ¡el principal factor para el crecimiento sostenible!
Prof. Aleksander Surdej
Texto publicado simultáneamente con la revista mensual de opinión Wszystko Co Najważniejsze [Lo Más Importante] en el marco del proyecto realizado con el Banco Central de Polonia, Narodowy Bank Polski (NBP) y el Instituto de Memoria Nacional.