Jarosław SZAREK: «Profundamente sentimos la unidad generada por lo común de nuestra historia»

es Language Flag «Profundamente sentimos la unidad generada por lo común de nuestra historia»

Photo of Jarosław SZAREK

Jarosław SZAREK

Historiador, presidente del Instituto de la Memoria Nacional.

Ryc. Fabien CLAIREFOND

ver los textos de otros

Un cuarto de siglo después de haber terminado la Segunda Guerra Mundial, en Gdańsk –ciudad en la que empezó– otra vez se oyeron disparos y cayeron muertos. Esta vez las armas fueron usadas por el ejército comunista y la milicia para pacificar las protestas obreras en contra del aumento de precios anunciado justo antes de la Navidad de diciembre de 1970. Aparte de Gdańsk, la rebelión tuvo lugar también en otras ciudades portuarias –Szczecin, Gdynia y Elbląg– había decenas de muertos y más de mil heridos. La magnitud de los eventos obligó a Moscú a cambiar el equipo comunista que gobernaba Polonia desde 1956.

Ignazio Silone –escritor italiano, socialista, durante muchos años atraído por el comunismo– escribía: «Su lucha no va a ser en vano. Hay muchos indicios de que dejó su huella también en Rostock y Kaliningrado». No vamos a poder medir el impacto del diciembre del 1970 en los obreros de los países vecinos, pero cada rebelión dejaba una huella –al principio una grieta pequeña en el imperio soviético se volvía una fractura cada vez más grande, aunque no visible de inmediato.

La conciencia de común destino de las naciones detrás del telón de acero nos dejó más de un testimonio conmovedor. En otoño de 1956 los sueños húngaros sobre la independencia fueron avivados por las acciones independentistas en Polonia y cuando esas esperanzas fueron aplastadas por los tanques soviéticos en Budapest, desde las tierras del Vístula salió una ola de ayuda, los medicamentos, sangre, palabras de aliento y apoyo.

Hasta la fecha conmueve las conciencias el testimonio de ocho disidentes rusos quienes en agosto 1968 salieron solos a la Plaza Roja de Moscú. Inmediatamente fueron arrestados, juzgados y pasaron los siguientes años detrás de las rejas y alambres de los gulags. Protestaban en contra de la supresión de la Primavera de Praga –manifestaciones por la libertad de los checos y eslovacos, aplastadas por cerca de un cuarto de millón de soldados soviéticos apoyados por las tropas de la República Popular de Polonia, de la RDA, Hungría y Bulgaria. Natalya Gorbanevskaya desplegó la pancarta con el lema: «por nuestra libertad y la vuestra», que apareció por primera vez en Polonia durante el levantamiento de noviembre de 1830-1831, escrito en los estandartes en polaco y ruso. Desde entonces este lema acompañó muchas veces nuestra lucha por la independencia para darle un nuevo significado a finales del siglo XX.

El acto de un puñado de rusos rebeldes –en la mar de casi 250 millones indiferentes y enemigos ciudadanos soviéticos– tuvo peso no menor que la huelga de miles de obreros rusos en Novocherkask en junio de 1962, terminada con los disparos de ametralladoras. Indicaba pues un camino al que decidieron entrar pocos rebeldes de cada nación del imperio soviético, buscando «la más simple y accesible llave para nuestra liberación: LA NO PATRICIPACIÓN EN LA MENTIRA! Aunque la mentira lo inundara todo, aunque llegara a poseerlo todo, seamos firmes en lo mínimo: que ejerza su poder NO A TRAVÉS DE MÍ!»– a lo que llamaba Aleksandr Solzhenitsyn, el autor del Archipiélago Gulag y Premio Nobel de Literatura.

En el camino «no fácil para el cuerpo, pero el único para el alma» caminaba toda su vida el disidente ruso Vladímir Bukovsky quien pasó 12 años en cárceles, los gulags y en los hospitales psiquiátricos para disidentes. Su elección la explicaba: «–Por qué yo? –se preguntaría a si mismo cualquiera en la muchedumbre–. No voy a lograr nada solo –y todos se pierden–. Si yo no, ¿pues quién? –se pregunta uno arrinconado. Y les salva a todos. De esa manera uno empieza a construir su castillo».

Y ese castillo lo construían –más de una vez, codo a codo por una causa común– los fundadores de los grupos de Helsinki en Rusia, Ucrania, Lituania, Carta 77 en Checoslovaquia, en Polonia los miembros del Comité de Defensa de los Obreros, del Movimiento de Defensa de los Derechos Humanos y del Ciudadano, de los Sindicatos Libres, Comité Estudiantil de Solidaridad, los Comités de Autodefensa Campesina, la Confederación de la Polonia Independiente, los publicadores de los samizdat: Crónicas de los Acontecimientos Actuales, Crónicas de la Iglesia Católica en Lituania, Noticias Ucranianas, numerosas editoriales independientes en Polonia encabezadas por la Editorial Independiente que desmoronaban la mentira soviética con la libertad de expresión.

La fuerza de la verdad la vivieron millones de reunidos por la peregrinación de Juan Pablo II a su patria en junio de 1979, cuando este hizo referencia al común, fundamental, centenario patrimonio de la cristiandad del pulmón europeo del Este: Croacia, Eslovenia, República Checa, Eslovaquia, Bulgaria, Hungría, Rusia y Lituania.

Alrededor de un año después, todos estaban fijando los ojos en Polonia, donde en el verano de 1980 Gdańsk y Szczecin –ciudades de las huelgas de 10 años antes– se convirtieron en los centros líderes de Solidaridad que se estaba formando. Una de las primeras demandas expresadas en la Costa fue construir los monumentos en memoria de los muertos de diciembre de 1970. Tres enormes cruces  de más de 40 metros con anclas fueron puestas en el décimo aniversario de la rebeldía y hasta hoy son uno de los símbolos de esa ciudad.

Se estaban haciendo realidad las palabras de la canción del diciembre de 1970: «No lloren madres, eso no es en vano/ Arriba del astillero el estandarte con la cinta negra/ Por el pan y la libertad y nueva Polonia/ Janek Wiśniewski fue matado». Janek Wiśniewski en realidad se llamaba Zbigniew Godlewski, era un estudiante de 18 años asesinado a tiros en Gdynia. Las escenas cuando su cuerpo fue llevado encima de la puerta al frente de la marcha con las banderas ensangrentadas blanco-rojas se convirtieron en el símbolo de diciembre de 1970.

La nueva Polonia que estaba naciendo entonces, traía esperanza para otras naciones esclavizadas por Moscú. Aún durante las huelgas de agosto de 1980 Aleksandr Solzhenitsyn saludó a los obreros polacos: «Admiro vuestro espíritu y vuestra dignidad. Estáis dando un maravilloso ejemplo a todas las naciones oprimidas por los comunistas».

Solidaridad tenía conciencia de que era la coronación de la resistencia y de la lucha contra el comunismo llevada durante décadas no solo en Polonia, sino también en todo el bloque soviético, y que esta seguía. Por eso en el verano de 1981 en el congreso de Solidaridad, que tenía casi 10 millones de miembros, hicieron el llamamiento a los hombres de trabajo de Europa del Este, asegurando: «profundamente sentimos la unidad generada por lo común de nuestra historia». El documento provocó una reacción histérica de Moscú, pero era un apoyo moral para todos quienes durante años con firmeza estaban llevaban el mensaje de la libertad.

En este espíritu –de la unidad generada por lo común de la historia– aparecieron también numerosas voces de ánimo y apoyo después de la declaración de la ley marcial en Polonia en 1981. Los escritores rusos, entre ellos Vladímir Bukovsky, Vladímir Maksímov, Víctor Nekrásov, Natalya Gorbanevskaya, otra vez con orgullo recurrieron al «lema nacido ciento cincuenta años atrás, durante los días del levantamiento polaco de 1930: «¡Por  nuestra libertad y la vuestra! ¡Que viva Polonia libre e independiente! ¡Que viva Solidaridad!». En tono parecido se expresaron también de forma solidaria los representantes de otras naciones del imperio soviético: los checos y eslovacos, los húngaros, rumanos, lituanos, letones, estonios, ucranianos y bielorrusos…

Especialmente conmovedores se oían las palabras mandadas por el encarcelado disidente ucraniano Vasyl Stus, asesinado por tortura en 1985 en el gulag de Perm. «Como alegra la falta de humildad polaca hacia el despotismo soviético (…). Polonia da el ejemplo a Ucrania (…). Polonia inicia en el mundo totalitario una nueva época y está preparando su derrota. Deseo todo lo mejor a los combatientes polacos esperando que el régimen policial del 13 de diciembre no apague la sagrada llama de la libertad»… que se estaba haciendo cada vez más grande, llevando pronto la libertad a millones de personas del imperio soviético.

Jarosław Szarek

Texto publicado simultáneamente con la revista mensual polaca de opinión Wszystko Co Najważniejsze[Lo Más Importante] en el marco del proyecto realizado con el Instituto de la Memoria Nacional y el Instituto Polaco en París.

Material protegido por los derechos de autor. Queda prohibida su distribución salvo permiso explícito de la editorial. 11/12/2020