Polonia ha sido traicionada
Occidente alentaba a Polonia a luchar, pero no movió ni un dedo para ayudarla.
.La Segunda Guerra Mundial fue el resultado de las reclamaciones y de los cálculos erróneos de Hitler, a los que se sumó la debilidad de las democracias occidentales y la renuencia de Stalin a defender el statu quo. Hitler siempre quiso anexar los territorios del este; lo que lo detenía era, por un lado, el Tratado de Versalles protegido por Londres y París y, por otro lado, la amenaza de la acción militar de Stalin. En 1939, ambos obstáculos fueron eliminados con éxito.
Hitler pensaba (y tenía razones para eso) que las potencias occidentales eran tan débiles y que estaban inmersas en la decadencia interna, que no se resistirían cuando saliera hacia el este. Y aquí calculó mal. Aunque los británicos y los franceses no podían usar la fuerza en Europa del Este, decidieron defender a Polonia al menos de manera nominal. Mientras tanto, Stalin llegó a la conclusión de que una revisión militar de la orden de Versalles era inevitable e, incluso, deseable y habló con Hitler respecto a la división del botín. Como resultado, Hitler estimó que Occidente no iría a la guerra a causa de Polonia.
Polonia iba a ser el objetivo de la expansión alemana, porque dentro de sus fronteras había una gran parte del territorio que, para Hitler, iba a ser un „espacio vital” para la nación alemana (Lebensraum). Además, a los ojos de los nazis, los polacos eran una raza inferior, no solo como eslavos, sino también como una nación contaminada con elementos judíos, según la ideología racista de Hitler. En cuanto a Stalin, con toda probabilidad no defendería a Polonia contra la agresión alemana; lo más probable es que habría hablado con Hitler, si eso le hubiera permitido recuperar las tierras perdidas por Rusia después de la Primera Guerra Mundial. Las circunstancias anteriores sellaron el destino de Polonia, que fue la primera víctima del Tercer Reich.
El „Pacto del Diablo” de Hitler y Stalin
Hitler creía que las democracias occidentales eran débiles y las trataba con desprecio, esperaba que dejaran a Polonia sola desde los primeros momentos de conflicto. Tenía miedo de la reacción de Stalin, que, afortunadamente para él, odiaba tanto la orden de Versalles como él. Después de la firma del Pacto Ribbentrop-Molotov y del acuerdo (en forma de un protocolo secreto) de división de Polonia entre el Tercer Reich y la URSS, la guerra era inevitable. Stalin desempeñó el papel de asistente de Hitler; tuvo la última oportunidad de detener a Hitler en agosto de 1939, pero decidió usarlo para su propio juego imperial.
La crisis geopolítica que derribó a Polonia en 1939 fue un derivado de su terrible posición en el mapa: sus tres lados estaban rodeados por territorios alemanes y en el este tenía una frontera larga y prácticamente imposible de defender con la URSS. Podemos encontrarnos con la opinión de que Polonia debería haber defendido solo su territorio central, retirarse del oeste y tratar de mantenerse en la línea del Vístula y Narew. Este postulado es, quizás, lógico desde el punto de vista militar, pero ignora el contexto político más amplio.
Polonia sabía que no podía soportar sola la carga de la defensa y temía que, al no dar una respuesta firme al invasor alemán, le daría a sus aliados británicos y franceses un pretexto para no cumplir con la promesa de ayudarla. Por lo tanto, emprendió un esfuerzo desesperado, pero necesario, para defenderse de un enemigo militar mucho más fuerte que ella.
La situación de Polonia en septiembre de 1939 no tenía remedio desde el principio y, por lo tanto, el intento de indicar el momento en que se decidió la derrota parece ser muy difícil. Sin embargo, considerando que el elemento clave de la estrategia de defensa polaca era la ayuda esperada de los aliados occidentales, se puede suponer que el momento en que se perdió de manera irremediable la campaña de septiembre fue la reunión del Consejo Supremo de Guerra Aliado el 12 de septiembre en Abbeville, cuando los británicos y los franceses abandonaron hasta las apariencias de ayudar a Polonia. Desafortunadamente, los polacos no fueron informados de esta decisión, por lo que continuaron luchando con la desesperada esperanza de obtener ayuda. Fue una traición horrible. Después del estallido de la guerra, era mucho más difícil retirarse para todas las partes.
Blitzkrieg y otras ventajas alemanas
¿Por qué los alemanes ganaron con tanta facilidad? La respuesta tradicional a esta pregunta es: blitzkrieg, es decir, una doctrina militar innovadora, basada en un ataque masivo frontal bilateral de las fuerzas armadas, que rompe las líneas del enemigo, impidiéndole emprender una defensa coordinada. Se cree ampliamente, y con razón, que es una interpretación retrospectiva de la historia. En 1939, el blitzkrieg se estaba desarrollando; todavía no había sido probado de forma total, no había sido utilizado por todas las unidades alemanas con la misma eficacia.
La segunda respuesta tradicional es la ventaja de la materia prima y la tecnología alemana. Con certeza, este argumento se confirma en la guerra contra Polonia, pero en el caso de la guerra contra Francia y el Reino Unido es menos convincente. A menudo nos olvidamos de que, por ejemplo, en 1940 el mejor tanque del mundo fue el modelo francés Char B-1. La ventaja alemana consistió en el despliegue de tanques y, lo que es más importante, en la moral de sus tripulaciones. Infectados por el derrotismo y el pacifismo, las fuerzas británicas y francesas perdieron la guerra en 1940, antes de que se produjera el primer disparo.
No tenía que ser así. Si los británicos y los franceses hubieran cumplido con sus obligaciones con Polonia, si la ofensiva en Saar se hubiera llevado a cabo con determinación y si la RAF hubiera comenzado a bombardear los objetivos alemanes en septiembre (en lugar de tirar millones de folletos inútiles), tal vez se habría podido lograr algo más positivo. Mientras tanto, la retórica bélica combinada con la inacción militar es lo peor que podría haber ocurrido. Occidente alentaba a Polonia a luchar, pero no movió ni un dedo para ayudarla.
En 1939, tanto los británicos como los franceses traicionaron a Polonia, pero su modo de operación y sus motivos eran ligeramente diferentes. Los británicos no tenían la intención de ayudar de forma activa ni militar a Polonia. Sin embargo, esperaban que el tigre de papel, que era su alianza con Polonia, fuera suficiente para detener las intenciones de Hitler. En caso de que no fuera suficiente, si Hitler no hubiera escuchado la voz de la razón, no había un „Plan B”. Londres no hizo ningunos acuerdos concretos con Varsovia en cuanto al método de proporcionarle asistencia; la alianza británico-polaca nunca se concretó. La política del gobierno de Su Majestad en ese momento, a menudo, se percibe como maquiavélica, mientras que en realidad era ingenua e irreflexiva.
La culpa de los franceses es mucho más grande a este respecto, porque por su parte fueron asumidas unas obligaciones específicas. Ya a principios del verano de 1939, Francia se comprometió a intervenir contra Alemania en caso de su agresión a Polonia. Sin embargo, como sabemos, la acción militar no se llevó a cabo, a excepción de la operación en Saarland, muy corta y llevada sin convicción.
La desgana de Francia de intervenir se debió a razones políticas y sociales. Después de que toda una generación de jóvenes franceses sufriera pérdidas en la Primera Guerra Mundial, la gente ya no quería volver a derramar sangre, especialmente en defensa de la lejana Polonia. “Pourquoi mourir pour Dantzig?” preguntaban los oponentes de la intervención. Francia tenía la boca llena de frases nobles sobre estar al lado de su aliado y respetar sus compromisos, pero políticamente no pudo o no quiso actuar.
La larga sombra del año 1939
.Teniendo en cuenta el transcurso de la guerra, el hecho de que Europa Oriental fue „liberada” por los soviéticos, es difícil imaginar que Polonia, como otros países de la región, podría haber evitado ser incluida en la zona de influencia de Stalin. Cuando Stalin maniobró a Churchill y a Roosevelt en reuniones de la Gran Alianza, la única fuerza de los comunistas en el camino para tomar el poder fueron los soldados del Ejército Nacional polaco, que dieron testimonio de su perseverancia, pero su resistencia no tuvo ninguna posibilidad de éxito.
Stalin siempre hizo planes para exportar el comunismo a Occidente. La „liberación” de Europa Central le permitió implementar estos planes. Desafortunadamente, aquellos que querían detenerlo no tenían tal posibilidad y aquellos que tenían la oportunidad no tenían la voluntad.
Roger Moorhouse