
La última batalla de la Armia Krajowa
La Armia Krajowa, el ejército de resistencia del Estado Clandestino polaco, ocupa un lugar permanente en la lucha del siglo XX por Polonia y constituye un puente que conecta la generación de las Legiony, que recuperaron la independencia en 1918, y “Solidaridad”. La AK se ganó un lugar en la historia a través de sus hazañas, que a día de hoy siguen siendo símbolos de valor y sacrificio pagados al precio más alto. Sin embargo, estas hazañas no influyeron en los alineamientos políticos de las potencias que determinaron la configuración de Europa en la posguerra —escribe Jarosław SZAREK
.La tragedia de Polonia, incluida la de la generación ligada a la Armia Krajowa [AK, Ejército Nacional], fue que la República de Polonia —atacada por dos potencias totalitarias asociadas, Alemania y la Unión Soviética, que a través del Pacto Ribbentrop-Mólotov se repartieron su territorio y aplicaron unánimemente una política de exterminio de la nación, contra la que Polonia resistió desde los primeros días de la ocupación, pagándolo con millones de víctimas—, no recuperó su independencia tras el final de la Segunda Guerra Mundial. Stalin, hasta entonces en asociación con Hitler, se encontró en el bando aliado. Fue aceptado en las filas de las naciones que luchaban por la libertad, a pesar de que estaba al frente de un Estado totalitario, que cargaba sobre su conciencia la muerte de los polacos asesinados, entre otros lugares, en Katyń, así como de cientos de miles de deportados a Siberia y Kazajstán. Con el tiempo, obtuvo el consentimiento de Estados Unidos y Gran Bretaña para realizar cambios territoriales e imponer su dominio en Europa central y oriental. El ejército de resistencia se encontró en esta trampa diabólica.
“Cuán inconmensurablemente doloroso, finalmente, es el destino de los soldados de la Armia Krajowa, los más valientes entre los valientes, los más dignos de mérito. Qué terriblemente absurdo y monstruosamente injusto es todo lo que está ocurriendo hoy en territorio polaco. Y sin embargo, la razón y el sentido común, la lógica y el cálculo, y sobre todo la esperanza y la fe, nos dicen que la verdad acabará prevaleciendo y nuestra causa triunfará” —declaraba el general Kazimierz Sosnkowski, primer comandante en jefe del Związek Walki Zbrojnej [la Unión de Lucha Armada]. Esta esperanza duró muy poco, y él mismo, al final del Levantamiento de Varsovia, bajo la presión de Gran Bretaña, fue destituido de su cargo de comandante en jefe, tras haber dictado la Orden n.º 19 a los soldados de la Armia Krajowa. En ella escribía sobre el “terrible enigma” que suponía, en vista de la enorme ventaja de los Aliados, la falta de ayuda a la capital combatiente, un enigma que “nosotros, los polacos, no sabemos descifrar” porque “continuamos creyendo que el mundo se rige por leyes morales”. Solo que el mundo no se regía por leyes morales, y el primer ministro Churchill no quería escuchar que “Durante cinco años la Armia Krajowa había estado luchando contra los alemanes, ininterrumpidamente, en terribles condiciones que el mundo occidental no puede ni tan solo imaginar, y de las que solo algún día en el futuro será consciente y comprenderá. No da cuenta de sus heridas, de sus víctimas, de sus tumbas. La Armia Krajowa es la única fuerza militar con la que se puede contar en Polonia. El balance de sus batallas, logros y victorias tiene la transparencia del cristal”.
Este balance seguía abierto en la defensa de Varsovia, en septiembre de 1939, cuando, en vísperas de la capitulación, se creó por mandato del comandante general el Służba Zwycięstwu Polski [el Servicio para la Victoria de Polonia], unas semanas más tarde transformado en el Związek Walki Zbrojnej [la Unión de Lucha Armada], que a su vez pasó a llamarse Armia Krajowa el 14 de febrero de 1942. Todas estas estructuras constituían el Ejército polaco de resistencia, y la posesión del mandato mencionado les confería un carácter estatal y legal en continuidad con la Segunda República. En conexión con las autoridades supremas de la República de Polonia, junto con las estructuras civiles y político-administrativas, formaba la parte militar del Estado Clandestino Polaco.
En el ZWZ-AK se consiguió reunir a la mayoría de las organizaciones por la independencia que se habían formado desde el comienzo de la ocupación alemana y soviética. Cada soldado juramentado de la AK estaba expuesto no solo a la muerte en combate, sino también, si era capturado, a la tortura durante el interrogatorio y después a ser fusilado o a morir como un mártir en el campo de concentración de Auschwitz o en cualquier otra fábrica de muerte alemana. Esto significaba que en la clandestinidad, ante tales riesgos, los individuos más nobles y valientes eran quienes acometían estas tareas. Era un servicio voluntario que reunía a todos los estratos de la sociedad, desde obreros, campesinos y artesanos hasta intelectuales, industriales y terratenientes. Estos últimos se agruparon en las estructuras “Tarcza” y “Uprawa” que organizaban el apoyo a la resistencia. Todo ello creó el particular ethos de la Armia Krajowa, un ejército libre de voluntarios que influía en toda la sociedad, incluida su mayoría pasiva. El ejército de resistencia, como escribieron dos oficiales de la AK, los coroneles Ludwik Muzyczka y Krzysztof Pluta-Czachowski, en las páginas del Tygodnik Powszechny en la primavera de 1957, “creció directamente en los campos de la derrota, de forma voluntaria, sin órdenes ni comisiones de reclutamiento; no se instaló en cuarteles, como el ejército regular, sino en casas particulares como un movimiento militar ciudadano, con un objetivo: la lucha por la independencia. Este movimiento se manifestó en toda Polonia dentro de las fronteras de 1939 y se extendió inmediatamente. Se manifestó en la resistencia no solo militar, sino también en la civil. […] La fuente y el núcleo de esta resistencia fue la AK. Esta resistencia se manifestaba en forma de decenas de miles de actuaciones, que exigían los más altos compromisos y sacrificios”.
No vamos a enumerarlas todas, pero al menos las pocas que figuran a continuación representan la destreza organizativa del ejército de resistencia desde el Cuartel General del ZWZ-AK hasta los puestos situados en los municipios. La comunicación entre ellos ya era todo un reto, con rutas de mensajería que llegaban a Londres a través de Budapest, Estambul y Lisboa. Lejos, en las profundidades del Reich, los servicios de inteligencia de la AK intentaban desentrañar la industria bélica alemana. Su mayor éxito fue conseguir información sobre los trabajos realizados en el arma “V” y transmitirla a Londres. Las actividades de distracción de los cichociemni, el Kedyw, las operaciones del Wachlarz en las lejanas Tierras Fronterizas de la República de Polonia, los ataques a las líneas ferroviarias, por ejemplo en la operación Wieniec, el asesinato de Kutschera, el ataque a las cárceles de Pińsk, Lida, Końskie, Jasło entre otras, las batallas de las unidades partisanas en la región de Zamojszczyzna, en las montañas de Świętokrzyskie, en la región de Vilnius, en la región de Nowogródczyzna, pasaron a la historia del ejército de resistencia.
La Armia Krajowa combatía no solo con armas, que también fabricaba, como lo demuestra el diseño por parte de ingenieros del subfusil “Błyskawica”, sino también con la ayuda de la prensa, que se publicaba de forma masiva en la clandestinidad. La escala de esta actividad no tenía precedentes en Europa. Se publicaron alrededor de un millar y medio de títulos. El principal órgano de la AK, el Biuletyn Informacyjny, se publicó de forma ininterrumpida desde noviembre de 1939 hasta enero de 1945. Su tirada máxima fue de 50 000 ejemplares y se imprimió en la editorial clandestina Tajne Wojskowe Zakłady Wydawnicze. Miles de personas participaban en esta tarea, y el efecto de su trabajo, perseguido por los alemanes con no menos saña que la lucha armada y castigado también con la muerte, llegaba a cientos de miles de personas que mantenían su voluntad de resistir.
Por otro lado, el objetivo opuesto —minar la moral de las fuerzas de ocupación— se persiguió a través de la Operación “N”: la publicación de textos en alemán que sugerían, entre otras cosas, la existencia entre los alemanes de una fuerte resistencia contra los nazis. La División “R” de la Oficina de Información y Propaganda del Cuartel General de la AK se encargaba de editar textos, folletos para contrarrestar la propaganda comunista que se hacía cada vez más intensa a medida que el ejército soviético se acercaba a los territorios polacos.
El objetivo principal de la Armia Krajowa era preparar el levantamiento general contra los alemanes. Llevar a cabo esta idea resultó imposible una vez que se tuvo la certeza de que los soviéticos serían los primeros en entrar en Polonia desde el este. Ante tal situación, la AK se embarcó en la Operación “Burza”, es decir, atacando a las unidades alemanas en retirada y actuando como anfitriones de las tropas soviéticas invasoras. Las unidades de la AK tomaron los nombres de las unidades regulares del WP desde antes del 1 de septiembre de 1939, ordenando así la continuidad con el ejército de la Segunda República de Polonia. Así ocurrió en Volinia, donde se formó la 27.ª División de Infantería de Volinia de la AK, en Vilna, donde se llevó a cabo la operación “Ostra Brama”, en Leópolis, en la región de Lublin y en zonas más profundas del país.
Los soviéticos, cuyo objetivo era adueñarse de Polonia, tuvieron que aplastar a la AK y al PPP. Por todas partes se producían detenciones y deportaciones a lo más profundo de la Unión Soviética. El estallido del Levantamiento de Varsovia, la mayor batalla de la AK, debía ser el último intento de liberar la capital y atraer la atención del mundo hacia la causa de la independencia de Polonia. Sin embargo, Stalin, a través de las fuerzas alemanas, ahogó en sangre el levantamiento, liquidando física y materialmente el principal centro de resistencia junto con su juventud patriótica. El tiempo posterior a la derrota de los insurgentes fue un período de desintegración del ejército de resistencia, cuyo último acto fue la ofensiva soviética lanzada en enero de 1945. En tal situación, el comandante de la AK, el general Leopold Okulicki, decidió disolver la Armia Krajowa y en su última orden dispuso la continuación de las operaciones “con el espíritu de recuperar la plena independencia”. La gesta más heroica la protagonizaron quienes continuaron con la resistencia, cofundando, entre otras, la “Nie”, la Delegación de las Fuerzas Armadas, la Asociación “Wolność i Niezawisłość” [“Libertad e Independencia”].
Para las autoridades comunistas, “la AK era un enano reaccionario que escupía”. El éxito de la sovietización de Polonia dependía de su destrucción. Unos 50 000 miembros de la AK fueron exiliados a lo más profundo de la Unión Soviética, mientras que otros miles fueron encarcelados y a menudo juzgados en virtud del decreto “sobre la magnitud de las penas para los criminales fascista-hitlerianos”. Muchos de ellos salieron de prisión solo tras el anuncio de la amnistía de 1956. El deshielo político de aquella época permitió la rehabilitación de algunos de los acusados, la publicación de libros, artículos en la prensa. “Esta resistencia de la nación, simbolizada ante el mundo a través de la AK, es la razón del orgullo y el amor que la nación asocia a estas dos letras. Ni ataques ni difamaciones han conseguido hasta ahora destruir esta fascinación, ni conseguirán hacerlo en el futuro” —escribieron Muzyczka y Pluta-Czachowski. La Armia Krajowa luchó con las armas durante algunos años, pero durante varias décadas afrontó su última y finalmente victoriosa batalla por la memoria.
Cada uno de los avances políticos durante el período comunista en Polonia amplió el ámbito de libertad, y por tanto las posibilidades de publicar, organizar iniciativas de los combatientes veteranos. La Iglesia Católica ofrecía un espacio limitado de libertad, pero no fue hasta el surgimiento de “Solidaridad” cuando se produjo un cambio significativo. Entonces, gracias a la presión pública, el puente sobre el Vístula en Varsovia, que debía recibir el nombre de Lenin, fue bautizado con el nombre del general Stefan Rowecki, y miles de personas asistieron a la ceremonia. Cerca de una docena de antiguos soldados de la AK fueron internados tras imponerse poco después la ley marcial. Para el sistema comunista seguían constituyendo una amenaza, y los servicios de seguridad mantuvieron vigiladas las actividades de los círculos independientes de combatientes veteranos hasta el fin de la República Popular Polaca. A su término, en junio de 1988, se celebró un entierro de tres días para el legendario comandante Jan Piwnik “Ponury”, asesinado en la región de Grodno pero cuyas cenizas se trasladaron a su tierra natal de Świętokrzyskie. Las celebraciones, a las que asistieron decenas de miles de personas, se convirtieron en una gran manifestación patriótica del encuentro entre la Armia Krajowa y “Solidaridad”, durante el cual los veteranos de la AK transmitieron su legado a la joven generación de escoltistas.
Contar toda la verdad sobre el destino de la AK solo fue posible después de 1989. En aquella época, los miembros de la AK se implicaron en numerosas iniciativas y fundaron su Asociación Mundial de Soldados de la AK. De la actividad de aquella época surgió el Museo de la Armia Krajowa de Cracovia, que se decidió bautizar con el nombre del legendario líder militar de Kedyw, víctima del asesinato judicial de los comunistas, el general Emil Fieldorf “Nil”. En muchas ciudades se erigieron monumentos, encabezados por el de Varsovia, situado en la calle Wiejskiej. Fue entonces cuando, gracias a la decisión de cientos de autoridades locales, con un fuerte mandato de sus comunidades, se comenzó a dar el nombre de Armia Krajowa a muchas calles. Podemos encontrarlas en una de cada dos ciudades polacas, y son las más numerosas entre aquellas que llevan nombres históricos asociados a la Segunda Guerra Mundial. Si a esto añadimos los líderes militares, los nombres de las unidades, el Levantamiento de Varsovia, el número aumenta significativamente. A esta tradición se adhieren las escuelas, las unidades del Ejército polaco, las Fuerzas de Defensa Territorial y las Fuerzas especiales. Todos ellos llevan hoy el estandarte de la AK.
.El establecimiento de un día festivo estatal, el Día Nacional del Recuerdo de los Soldados de la Armia Krajowa, que fue una decisión parlamentaria unánime, es como un sello estampado en nuestra memoria colectiva, que cierra el tríptico “festivo” de resistencia y lucha extendido entre el Día del Estado Polaco Clandestino y el Día Nacional de Conmemoración de los Soldados Malditos, desde la creación del Służba Zwycięstwu Polski [el Servicio para la Victoria de Polonia] hasta la muerte de los líderes de la Asociación “Wolność i Niezawisłość” [“Libertad e Independencia”].