Karol NAWROCKI: El ancla polaca de la libertad

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Karol NAWROCKI

Presidente del Instituto de la Memoria Nacional.

Ryc. Fabien Clairefond

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La historia nos enseña que una Polonia independiente y en dinámico desarrollo constituye un importante pilar del mundo libre.

.Este fue uno de los discursos más importantes sobre política exterior de Woodrow Wilson. El 22 de enero de 1917, el tercer año de la Gran Guerra que asolaba Europa, el presidente de Estados Unidos presentó al Senado una ambiciosa visión de la paz mundial. En ella encontró un lugar para un país que entonces llevaba más de un siglo sin aparecer en los mapas. “[…] los hombres de Estado de todo el mundo están de acuerdo en que debe alzarse una Polonia unida, independiente y autónoma”- declaró Wilson. Y aunque su valoración era demasiado optimista —Rusia, Alemania y Austria-Hungría no querían entonces una Polonia plenamente soberana—, solo un año y medio después, el deseo del presidente de EE. UU. se hizo realidad.

El ADN de una nación libre

.Cuando Rusia, Prusia y Austria se repartieron Polonia en el siglo XVIII, estos países estaban decididos a que Polonia no volviera a renacer. La Convención de San Petersburgo, firmada por los imperios particionistas en enero de 1797, estipulaba incluso “la necesidad de eliminar todo lo que pudiera recordar la existencia del Reino de Polonia”. Sin embargo, los propios polacos —que llevan el amor a la libertad en su ADN— nunca se resignaron a la pérdida de la condición de Estado y lucharon repetidamente por recuperarla: primero al lado de Napoleón, después en los levantamientos contra los particionistas. Estos enfrentamientos acabaron durante mucho tiempo en derrota y represión, pero también reforzaron la conciencia nacional. Igualmente importante fue el extenuante trabajo orgánico, es decir, todas las iniciativas encaminadas a potenciar la fuerza y la organización de una sociedad separada bajo dominio extranjero.

El estallido de la Primera Guerra Mundial en 1914 supuso, desde el punto de vista de los polacos, un ansiado giro geopolítico. Porque en ese momento los poderosos estados particionistas se saltaron a la yugular entre sí. Era necesario aprovechar al máximo esta situación. El destacado activista independentista Józef Piłsudski se dispuso a formar las Legiones Polacas, que lucharon junto a Alemania y Austria-Hungría contra Rusia. El experimentado político Roman Dmowski presionó a los políticos de la Entente en Lausana, y más tarde en París, en favor de la causa polaca. Ignacy Jan Paderewski también demostró ser un diplomático muy eficaz. Este pianista de fama mundial consiguió ganarse al mismísimo presidente Wilson y a su asesor Edward Mandell House.

Una eficaz combinación de diplomacia y esfuerzo militar permitió a Polonia recuperar su independencia tras 123 años de esclavitud. El 16 de noviembre de 1918, cinco días después del armisticio firmado en Compiègne que ponía fin a la Primera Guerra Mundial, Piłsudski envió un telegrama a “los gobiernos y naciones beligerantes y neutrales” notificándoles “la existencia de un Estado polaco independiente, que abarca todas las tierras de una Polonia unida”.

De la independencia a la independencia

.En aquel momento, sin embargo, que el renacido Estado perdurara no era una conclusión definitiva y, en caso afirmativo, también estaba por ver en qué forma. Los polacos lucharon con éxito por una frontera occidental favorable en cuatro levantamientos contra los alemanes —uno en la región de Gran Polonia y tres en Silesia— así como en las negociaciones de paz de París, en las que Dmowski y Paderewski volvieron a marcar la senda a seguir. A su vez, el ejército dirigido por Piłsudski consiguió derrotar a los bolcheviques, quienes “a través del cadáver de la blanca Polonia” querían llevar su sangrienta revolución hasta Occidente. La batalla de Varsovia de 1920, en la que los polacos aplastaron al Ejército Rojo, fue considerada por el británico Lord Edgar D’Abernon como la decimoctava batalla decisiva de la historia mundial.

En las décadas de 1920 y 1930, los polacos demostraron que también eran capaces de grandes hazañas en tiempos de paz. El territorio, que durante mucho tiempo había estado dividido entre los tres estados particionistas, volvió a unirse como un solo organismo. El joven Estado no temía hacerse con las grandes inversiones. En poco tiempo, uno de los puertos más grandes y modernos de Europa se estableción en Gdynia, hasta ahora un tranquilo pueblo pesquero del mar Báltico. En los territorios centrales de Polonia, al sur de Varsovia, se inició en la segunda mitad de la década de 1930 la construcción de la Centralny Okręg Przemysłowy [la Región Industrial Central], destinada a reforzar el potencial defensivo del país y garantizar su modernización. Este proyecto tan avanzado se vio interrumpido por la Segunda Guerra Mundial.

El pacto diabólico entre los dos totalitarismos, celebrado en agosto de 1939 por Adolf Hitler y Iósif Stalin, arrastró al mundo hacia un nuevo conflicto, aún más sangriento y terrible que el de 1914-1918. Esta vez Polonia sufrió una doble ocupación: alemana y soviética. La primera sigue simbolizada en la actualidad por las ejecuciones masivas, las redadas callejeras, las deportaciones a Auschwitz y los trabajos forzados. La segunda ocupación, a su vez, por los gulags de Siberia, las estepas de Kazajistán y por Katyń, donde lo mejor de la intelectualidad polaca fue asesinado mediante tiros en la nuca. En total, la hecatombe de la Segunda Guerra Mundial se cobró la vida de casi 6 millones de ciudadanos, entre ellos la inmensa mayoría de judíos polacos. También supuso gigantescas pérdidas materiales para el país, que hoy ascienden a cientos de miles de millones de dólares.

Al igual que durante la Primera Guerra Mundial, los polacos volvieron a levantarse en armas para recuperar su independencia. Bajo la ocupación, se creó y desarrolló un ejército secreto subordinado al Gobierno de la República de Polonia en el exilio, primero como Związek Walki Zbrojnej [Unión de Lucha Armada] y más tarde como Armia Krajowa [Ejército Nacional]. Fue el Ejército Nacional el que inició el Levantamiento de Varsovia el 1 de agosto de 1944, el mayor levantamiento urbano de Europa contra el yugo alemán. Los soldados polacos también lucharon en los frentes decisivos de esta guerra: en la batalla aerotransportada de Gran Bretaña, en Tobruk, Monte Cassino y Falaise. Con una determinación que supo apreciar incluso el general estadounidense George Patton, lucharon —como en su día hicieron Kazimierz Pułaski y Tadeusz Kościuszko— por su propia libertad y la de otras naciones.

Sin embargo, el final de la Segunda Guerra Mundial no trajo la libertad a Polonia, sino el siguiente período de esclavitud. Durante varias décadas, el país estuvo bajo el gobierno de los comunistas, instalados sobre las bayonetas y los tanques del Ejército Rojo. Solo conseguimos deshacernos de nuestra dependencia de la Unión Soviética a finales de la década de 1980, con la destacada participación del papa Juan Pablo II y el multitudinario movimiento “Solidaridad”.

Una Polonia fuerte en una Europa segura

.Hoy, Polonia está donde siempre ha estado nuestro corazón: en las estructuras políticas, económicas y militares de Occidente. Tras años de políticas de saqueo por parte de los ocupantes, una economía socialista ineficiente y una difícil transición a las realidades del mercado, tenemos de nuevo la oportunidad de dar un salto en nuestro desarrollo. Para ello se necesitan inversiones tan audaces como lo fueron en su día el puerto de Gdynia y la Región Industrial Central. En los últimos años se han llevado a cabo, o al menos iniciado, varios proyectos importantes. En Świnoujście se ha construido la Terminal LNG en honor al presidente Lech Kaczyński. El estrecho del Vístula ha sido atravesado por un canal que ha abierto a Elbląg una ruta libre hacia el mar Báltico. El anterior gobierno también puso en marcha planes para construir el Puerto Central de Transporte entre Varsovia y Łódź, el mayor nodo de transporte de esta parte de Europa, que conectaría el aeropuerto, las redes de carreteras y el tren de alta velocidad.

Polonia, con una población de casi 38 millones de habitantes, tiene el potencial necesario para convertirse en líder permanente de la región, no solo en términos de tasa de crecimiento económico, sino también de participación activa en el desarrollo social y la seguridad. Ya en el período de entreguerras estaba vivo el concepto de Międzymorze [entre mares], una alianza de los Estados de Europa Central y Oriental situados entre los mares Báltico, Negro y Adriático Detrás de esta idea estaba la convicción de que una estrecha cooperación entre los países de la región les permitiría defenderse de la amenaza soviética, pero también preservar su identidad, algo que no habrían tenido la oportunidad de hacer dentro de la Mitteleuropa alemana. En la actualidad, la idea de Międzymorze —basada en la solidaridad de los Estados de Europa Central y Oriental— podría debilitar eficazmente la amenaza rusa y, al mismo tiempo, evitar un excesivo dominio de Europa por parte de Alemania.

La agresión a gran escala de la Federación Rusa contra Ucrania nos ha hecho aún más conscientes de que cuando la libertad se consigue, esta no permanece para siempre. Polonia, de una forma sin precedentes, se ha volcado a prestar ayuda a Kiev: desde apoyo militar hasta la acogida de cientos de miles de refugiados. Los aliados de la OTAN también pueden contar con Varsovia. El año que viene dedicaremos el 4,7 % del PIB a defensa, un valor muy por encima del 2 % exigido a los miembros de la Organización del Tratado del Atlántico Norte. En Polonia entendemos bien los compromisos de los aliados, especialmente en tiempos tan difíciles.

.La Polonia unida, independiente y autónoma de la que habló el presidente Wilson sigue reforzando hoy la estabilidad y la seguridad del mundo libre.

Karol Nawrocki

Material protegido por los derechos de autor. Queda prohibida su distribución salvo permiso explícito de la editorial. 07/11/2024