El sacerdote de la libertad
El comunismo en Europa fue criminal hasta el último momento, mucho después de la muerte de Lenin y Stalin. A mediados de la década de 1980, el martirio del sacerdote polaco Jerzy Popiełuszko resonó en todo el mundo.
.Poco antes de las nueve de la mañana, frente a la iglesia dedicada a san Estanislao Kostka, se detuvo una limusina con matrícula diplomática. “Viva George Bush” – coreó una multitud formada por varios miles de varsovianos al abrirse las puertas del coche. El vicepresidente estadounidense se dirigió a la tumba del padre Jerzy Popiełuszko, donde depositó un ramo de flores. “En la persona del padre Jerzy, el mundo ha perdido a un valiente luchador por la causa de la libertad, pero su sacrificio no ha sido en vano”- declaró Bush padre aquella mañana. Concluyó su breve discurso con unas palabras pronunciadas en polaco: “Za naszą i waszą wolność” [“Por nuestra libertad y la vuestra”]. A continuación, colocó los dedos en forma de “V”, haciendo la señal de victoria.
Esto ocurrió el 28 de septiembre de 1987. Polonia, como gran parte de Europa Central y Oriental, seguía sumida en la dictadura comunista y la dominación soviética. Durante su visita de varios días a Varsovia, el segundo político más importante de Estados Unidos mantuvo numerosas conversaciones con representantes de las autoridades, pero también de la oposición democrática no reconocida por el gobierno, representada principalmente por Solidaridad. No por casualidad, Bush cubrió la corona depositada en la tumba de Popiełuszko con una bandera con el símbolo de este movimiento social. Rindió homenaje al inquebrantable sacerdote de Solidaridad, que pagó con su vida el hecho de alzar su voz en favor de la dignidad humana.
La lucha de los comunistas contra la Iglesia
.Cuando Popiełuszko vino al mundo en el pueblo de Okopy, al este de Polonia, en septiembre de 1947, Europa ya estaba dividida por el telón de acero. Los polacos, no por voluntad propia, se encontraban en la esfera de influencia de Stalin. Varsovia estaba gobernada por una camarilla comunista, instalada tras las bayonetas del Ejército Rojo y las culatas del NKWD. Las nuevas autoridades amañaron las elecciones parlamentarias y reprimieron brutalmente a la oposición democrática y a la resistencia independentista. La última institución importante que era independiente de los comunistas seguía siendo la Iglesia Católica, aunque, con el tiempo, los gobernantes también llegaron a combatirla despiadadamente. La culminación de este enfrentamiento fue el encarcelamiento del carismático primado Stefan Wyszyński entre 1953 y 1956.
La represión no doblegó a la Iglesia. Por el contrario, en los años y décadas siguientes pareció ganar claramente a los comunistas la batalla por el gobierno de las almas. Así lo confirmó en junio de 1979 la primera peregrinación de Juan Pablo II a Polonia. En la Plaza de la Victoria de Varsovia, el papa invocó al Espíritu Santo para la renovación del rostro de “esta tierra”. El cumplimiento de estas palabras llegó varios meses después. En agosto de 1980, una oleada de huelgas recorrió toda Polonia. Los trabajadores exigían mejoras en las condiciones de vida, pero también, y esto constituía una tremenda vulneración del tabú establecido bajo la dictadura comunista, el permiso de las autoridades para formar sindicatos libres.
El capellán de Solidaridad
.El joven padre Popiełuszko no se negó cuando, en el calor del momento, fue enviado a la acería en huelga de Varsovia para decir misa en un altar improvisado. Caminó hasta allí con gran inquietud, pero los trabajadores le recibieron con aplausos.
Las huelgas desembocaron al poco tiempo en la creación de Solidaridad, un sindicato formado por millones de personas e independiente de las autoridades. Popiełuszko se convirtió en uno de sus capellanes. También visitó a los estudiantes en huelga. “Toda la sociedad os apoya. (…) Os deseo de todo corazón que perseveréis y triunféis” – dijo a los alumnos de la Escuela Superior de Oficiales de Extinción de Incendios de Varsovia. Su protesta, en otoño de 1981, fue disuelta por la fuerza por las autoridades comunistas. Al poco tiempo, toda la nación recibió el mismo trato.
El 13 de diciembre de 1981, el equipo de Wojciech Jaruzelski sacó los tanques a las calles de las ciudades polacas. Miles de activistas de Solidaridad fueron enviados a prisiones y centros de internamiento. Popiełuszko les ayudaba en todo lo posible, a ellos y a sus familias. Distribuía los regalos que llegaban de Occidente. Acudía a los juicios políticos para defender los ánimos de los acusados inocentes presentes en la sala. En la iglesia dedicada a san Estanislao Kostka celebraba cada mes misas por la patria, a las que acudían grandes multitudes: varsovianos y residentes de otras ciudades; creyentes e incluso no creyentes. Durante sus sermones, hablaba repetidamente de la solidaridad, la que se escribe con minúscula y está proscrita por las autoridades comunistas. Subrayaba que es posible seguir siendo “personas espiritualmente libres” incluso en condiciones de “esclavitud externa”, siempre que se rechace el miedo y se dé testimonio de la verdad. Llamó al mal por su nombre y al mismo tiempo enseñó a combatirlo solo con el bien.
El nudo corredizo del régimen
.La creciente popularidad de Popiełuszko y su incuestionable autoridad irritaron a los comunistas. El sacerdote era vigilado por el Servicio de Seguridad y acosado de diversas formas. “Pintarrajearon mi coche dos veces con pintura blanca. En dos ocasiones intentaron entrar en mi casa (…). Irrumpieron en la iglesia en dos ocasiones” – explicaba en una entrevista al diario La Libre Belgique. Popiełuszko también fue detenido en dos ocasiones, en agosto y diciembre de 1983. Los agentes secretos de la policía política llegaron incluso a colocar cargas explosivas en su casa. La fiscalía abrió una investigación contra él y se lo llevaron para interrogarlo. Además, se hacía burla de él en la prensa. El autor de una de las más pérfidas fue el portavoz del gobierno Jerzy Urban. En un artículo publicado bajo seudónimo, acusaba a Popiełuszko de celebrar “sesiones de odio” en la iglesia.
En vista de que el acoso resultaba ineficaz, los comunistas no se arredraron ante el asesinato. A última hora de la tarde del 19 de octubre de 1984, Popiełuszko fue secuestrado por agentes del Servicio de Seguridad. Once días después, su cuerpo masacrado fue recuperado del Vístula. El examen y la autopsia confirmaron que el sacerdote había sido torturado antes de morir.
La noticia del crimen causó una impresión de abatimiento también lejos de las fronteras de Polonia. “Toda América comparte el dolor del pueblo polaco ante la noticia de la trágica muerte del padre Jerzy Popiełuszko” – escribió el presidente estadounidense Ronald Reagan en una declaración especial. Calificó al sacerdote asesinado de “valiente portavoz de la causa de la libertad”.
Por la fe y la patria
.El funeral de Popiełuszko atrajo a cientos de miles de personas. Se convirtió en una enorme manifestación contra el mal, la violencia y la esclavitud – antivalores comúnmente asociados al régimen de la época. Durante los años siguientes, la tumba del padre Jerzy fue visitada por millones de personas, entre ellas influyentes políticos occidentales: además de Bush padre, el senador estadounidense Edward Kennedy y la primera ministra británica Margaret Thatcher. Juan Pablo II también rezó en este lugar el 14 de junio de 1987. “Este sacerdote mártir – escribió después el Papa – permanecerá siempre en la memoria de nuestra nación como intrépido defensor de la verdad, la justicia, la libertad y la dignidad humana”.
En la actualidad, el padre Jerzy es un beato de la Iglesia católica, un héroe del cine e incluso de los cómics. El Instituto de la Memoria Nacional, que tengo el honor de dirigir, también le ha dedicado numerosas publicaciones, conferencias y actividades educativas.
En Polonia, cada 19 de octubre, en recuerdo del padre Jerzy, celebramos también el Día Nacional del Recuerdo del Clero Inquebrantable, establecido por el Sejm hace unos años. Es un homenaje a todos los sacerdotes que contribuyeron a la libertad de Polonia y que también dieron su vida por ella. Muchos murieron a manos de los ocupantes alemanes durante la Segunda Guerra Mundial. Otros fueron víctimas de los soviéticos o de los comunistas de nuestro país, hasta 1989.
.Mientras disfrutamos de la libertad, tenemos el deber de recordar a quienes pagaron un precio tan alto por luchar por ella.