Mateusz SZPYTMA: ¿En qué consiste la excepcionalidad de la familia Ulma?

¿En qué consiste la excepcionalidad de la familia Ulma?

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Mateusz SZPYTMA

Historiador, museólogo. Vicepresidente del Instituto de la Memoria Nacional. Fue cofundador del Museo de los Polacos que salvaron a los Judíos durante la Segunda Guerra Mundial de la Familia Ulma en Markowa, además de director de esta institución. Es miembro del Consejo de Programas del Instituto Histórico Judío.

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La familia Ulma tiene grandes posibilidades de convertirse en un símbolo de importancia internacional, al igual que el oficial Witold Pilecki o Jan Karski. Espero sinceramente que el apellido “Ulma” aparezca en el futuro no solo en los manuales de historia polacos, sino también en los extranjeros.

.La familia Ulma era excepcional. Józef Ulma y su esposa Wiktoria vivían en el campo y no eran una familia adinerada. Al mismo tiempo, eran unas personas ilustradas de mente abierta. Józef era un hombre notable, en gran medida autodidacta, pues había cursado cuatro años de primaria y seis meses de escuela agrícola, y sin embargo podía considerársele un representante de la intelectualidad campesina. Era una persona muy leída, suscrita a revistas y disponía de una biblioteca en casa con al menos trescientos ejemplares. También era conocido por sus actividades sociales a nivel local: participaba activamente en varias cooperativas y, de joven, en organizaciones relacionadas con la Iglesia católica y en la Unión de Jóvenes Rurales de la República de Polonia „Wici”. Wiktoria Ulma tampoco tenía estudios superiores: cursó siete cursos de primaria. Sin embargo, asistía a cursos organizados por la Universidad Popular de Gaci y actuaba en el teatro del pueblo. Los Ulma eran, pues, una pareja de gente sencilla, poco instruida pero extremadamente ilustrada. Prueba de ello son también los libros y fotografías que dejaron tras ellos. Józef Ulma fue un fotógrafo poco común cuyas imágenes son muy apreciadas incluso en la actualidad. De un modo inusual para su época, trató de captar la realidad que le rodeaba. No solo fotografiaba ceremonias como bodas y funerales, sino también a su familia en situaciones cotidianas: lavando los platos, mientras preparaban la comida o tendían la colada; cuando Wiktoria enseñaba a escribir a su hija o cuando los niños jugaban sentados a la mesa. Hoy en día, comprensiblemente, los Ulma son conocidos sobre todo por su ayuda prestada a los judíos durante la Segunda Guerra Mundial. Conviene recordar, no obstante, que no es lo único en lo que pueden considerarse excepcionales.

Sin embargo, la actitud de los Ulma durante la Segunda Guerra Mundial fue realmente especial. Decidieron esconder a ocho judíos en su casa, y por este motivo fueron bestialmente asesinados por los ocupantes alemanes. Los documentos de la clandestinidad independentista permiten suponer que la persona que informó a los alemanes sobre las actividades de los Ulma fue Włodzimierz Leś, un oficial de la Policía Azul de Łańcut, que a su vez había ayudado en el pasado a los judíos escondidos en casa de Józef y Wiktoria Ulma. Sin embargo, a diferencia la familia Ulma, Leś acabó expulsando a los judíos y, como éstos le exigieron la devolución de sus posesiones, los denunció a los alemanes. Este policía también participó en el crimen como ayudante de la gendarmería alemana.

El curso de la ejecución de la familia Ulma y de los judíos que escondieron durante la ocupación alemana, a pesar de la amenaza que pesaba sobre sus vidas, se conoce gracias a las actas del juicio de uno de los autores del crimen: Josef Kokott, que fue juzgado tras el fin de la guerra. Los ocho judíos que fueron cobijados por la familia Ulma eran: Saul Goldman y sus cuatro hijos, Baruch, Mechel, Joachim y Mojżesz (en Łańcut, se les conocía como los Szal), las dos hijas de Chaim Goldman, Gołda Grünfeld y Lea Didner, y la hija de Lea, Reszla. Según el testimonio de los testigos, los miembros de la policía azul rodearon la casa y los alemanes entraron y dispararon inmediatamente a los judíos que se encontraban en la buhardilla. Entonces arrastraron a los Ulma fuera de la casa y asesinaron a Józef y a Wiktoria, que estaba en avanzado estado de gestación. Los verdugos no sabían muy bien qué hacer con los niños, pero tras una breve pausa decidieron también fusilarlos. El número de muertos fue el siguiente: Stanisław, de 8 años; Barbara, de 6 años; Władysław, de 5 años; Franciszek, de 4 años; Antoni de 3 años; y Maria que tenía tan solo medio año de edad. Incluyendo al hijo nonato de Józef i Wiktoria, diecisiete personas fueron asesinadas en un momento.

En septiembre de 1944, Włodzimierz Leś fue ejecutado en base a la sentencia del Estado Clandestino Polaco. El comandante alemán de la misión, Eilert Dieken, no sufrió ningún castigo. Solo uno de los autores del crimen, Józef Kokot, que se declaró alemán tras la ocupación de la República Checa por el Tercer Reich, fue localizado en Checoslovaquia después de la guerra y, tras su extradición, fue condenado a muerte, pena que finalmente se conmutó por cadena perpetua. Murió en una prisión polaca en 1980.

La elevación a los altares de la familia Ulma es consecuencia de su vida, una existencia de gran belleza ya antes de la Segunda Guerra Mundial. Hablamos de personas abiertas a los demás, serviciales, que vivían una vida de amor, de la que surgió la posterior decisión de ayudar a los judíos perseguidos. Los Ulma también eran religiosos y practicantes, guiados en su vida por el Decálogo y el Evangelio. Su biblioteca incluía las Dzieje biblijne starego i nowego przymierza [Actas bíblicas de la antigua y la nueva alianza], en las que aparecían marcados pasajes de la parábola del samaritano misericordioso y el mandamiento de amar al prójimo. Sabemos por el relato del hermano de Józef Ulma que lo más probable es que estos pasajes fueran marcados personalmente por Józef  y Wiktoria. Sus vidas posteriores demostraron que habían decidido convertir una idea en acción: arriesgaron sus vidas y las de sus seres queridos para salvar a los necesitados. Aunque tuvieron un trágico final, debemos ser conscientes de que si en Polonia no hubiera habido personas como los Ulma, no habría sido posible salvar a las decenas de miles de judíos que conservaron sus vidas gracias precisamente a esta actitud de miles de polacos. Algunos de ellos, incluida la familia Ulma, pagaron el precio más alto por su bondad.

Recordemos que la actitud de rescatar judíos durante la Segunda Guerra Mundial en la Polonia ocupada era un acto heroico con riesgos increíbles. A partir del 15 de octubre de 1941, el ocupante alemán castigaba no solo a los judíos que abandonaban los guetos, sino también a los polacos que les ayudaban. En 1942, la ley se endureció aún más. A partir de entonces, también se amenazó de muerte a quienes conocieran el hecho de que terceras personas ocultaban a judíos y no lo comunicaran a los alemanes. También era de gran importancia el hecho de que no solo los judíos eran condenados al Holocausto, los polacos también se encontraban en una situación trágica. Los años de ocupación estuvieron marcados por redadas policiales y detenciones. Cualquier actividad, no sólo política, que los alemanes consideraran como sabotaje se castigaba con la deportación a trabajos forzados en el interior del Reich o en campos de concentración, así como con la ejecución. En un país subordinado por la fuerza a la economía de guerra del Tercer Reich, la situación económica de los ciudadanos era calamitosa. Muchos apenas podían permitirse alimentarse a sí mismos y a sus seres queridos. Prestar ayuda en tales condiciones a quienes se encontraban en una situación aún peor es un acto digno del mayor honor y respeto.

La beatificación es un acontecimiento religioso importante para los católicos. Desde una perspectiva judía, es sin duda crucial que en 1995 se concediera a los Ulma la medalla de Justos entre las Naciones. Los Ulma fueron condecorados con la medalla de Justos entre las Naciones. Este acto puede contribuir a dar a conocer a la familia Ulma entre los cristianos de todo el mundo. También es una oportunidad para recordar a todos, no solo a los católicos, que los Ulma era una familia extraordinaria, que en el pasado fue reconocida por los judíos al concederle la más alta condecoración estatal laica en Israel, y que actualmente también es reconocida por la Iglesia católica al ser elevada a los altares. La beatificación es también una oportunidad para recordar a otros polacos que salvaron a judíos durante la Segunda Guerra Mundial. Los Ulma no fueron los únicos. Hoy representan a todos aquellos que arriesgaron sus vidas para salvar a sus semejantes del Holocausto.

.La familia Ulma tiene grandes posibilidades de convertirse en un símbolo de importancia internacional, al igual que el oficial Witold Pilecki o Jan Karski. Espero sinceramente que el apellido “Ulma” aparezca en el futuro no solo en los manuales de historia polacos, sino también en los extranjeros.

Mateusz Szpytma

Material protegido por los derechos de autor. Queda prohibida su distribución salvo permiso explícito de la editorial. 06/09/2023