Según la ley de los estados civilizados, las indemnizaciones por las pérdidas de la guerra las paga el autor de esas pérdidas. En nuestro caso los autores son perfectamente conocidos.
.Una propaganda agresiva se basa en una constante repetición de las mentiras según la regla de que a pesar de las rectificaciones siempre algo se quedará en la memoria del receptor y de que en las mentiras pequeñas pocos creen y una mentira grande es difícil de defender. Si constantemente oímos que Polonia es responsable del Holocausto, o incluso, de estallar la Segunda Guerra Mundial, hay que decir claro que se trata de una propaganda antipolaca consecuente y agresiva, es decir, del antipolonismo. Vale la pena preguntarse también cuál es el objetivo de tales acciones, pero eso habría que preguntar sobre todo a los remitentes de toda esa propaganda mentirosa.
.Recordemos un par de datos básicos a las personas que conozcan menos la historia de la Segunda Guerra Mundial. En septiembre de 1939 los ejércitos del Tercer Reich alemán y de la URSS invadieron Polonia, sin estar provocados de ninguna manera, en base a un acuerdo bilateral firmado el 23 de agosto de 1939 por los ministros Joaquín von Ribbentrop y Viacheslav Mólotov. Polonia había firmado anteriormente los pactos de no agresión con estos dos vecinos y de forma consecuente rechazaba una cooperación bilateral con alguno de ellos en contra del otro. A consecuencia de las invasiones en Polonia, la alemana de 1 de agosto de 1939 y la soviética de 17 de septiembre del mismo año, el Estado polaco perduró solo en la forma del Gobierno en exilio con la sede primero en Francia y después de 1940 en Londres. Las tierras de la Segunda República de Polonia estaban bajo ocupación y sus ciudadanos fueron sometidos a un terror sin precedentes –eran asesinados, expropiados y trasladados a los campos de concentración y a consecuencia de la guerra el patrimonio en las tierras polacas fue destruido a escala increíble para el Occidente. Es más, después de la guerra Polonia tenía papel de país aliado, pero vencido por uno de los aliados –por la URSS de Stalin. Uno de los autores de la tragedia de la guerra formó parte de la fila de los ganadores, mientras que a Polonia se le impuso a fuerza el sistema totalitario en el que se tuvo lugar una nacionalización universal y la reconstrucción de las ruinas se realizó con las fuerzas de los ciudadanos, pero con el dinero estatal proveniente no solo de los impuestos corrientes, sino a menudo de los saqueos de los habitantes.
La historia del patrimonio existente en el territorio de la Segunda República fue increíblemente complicada. Fue devastado por la guerra y los autores de ello fueron los ejércitos del Tercer Reich y de la URSS. Ese patrimonio fue también saqueado por los órganos de esos Estados y por sus representantes. Después de la guerra ni a los dueños que eran ciudadanos de la Segunda República, ni a sus herederos, los comunistas les pagaron indemnizaciones. En base al acuerdo de Potsdam, el Estado polaco comunista, es decir, la República Popular de Polonia [PL: PRL] iba a recibir pequeñas indemnizaciones de Alemania a través de la URSS, lo que bien demuestra la relación vasalla de PRL con la URSS. Sobre el monto de esas indemnizaciones recibidas de Moscú no hay información en las fuentes históricas. Entre cuentos podemos poner la tesis de que las autoridades de PRL renunciaran esas indemnizaciones. Huellas de tal decisión son muy dudosas y su base –derecho a tal decisión– aún más dudosa. Para el colmo, a finales de la época de los gobiernos comunistas en muchos casos hubo una privatización viva y muchas veces ilegal del patrimonio nacionalizado por los comunistas y después de la guerra reconstruido con las fuerzas de los ciudadanos.
A consecuencia de la guerra murieron aprox. 6 millones de ciudadanos de la Segunda República de Polonia, incluidos aprox. 3 millones de judíos, sus ciudadanos. El Estado polaco en ninguna manera es responsable de la muerte de sus ciudadanos a manos alemanas y soviéticas, porque no tenía influencia alguna en lo que estaban haciendo los ocupantes en su territorio. La relación de los ciudadanos de la Segunda República a la tragedia de Holocausto es difícil de evaluar, ya que no hay ningunas fuentes exactas para ello. Cierta parte de esos ciudadanos se comportó de forma heroica, dando a sus conciudadanos judíos el asilo para protegerlos de los alemanes, otros se comportaron vergonzosamente entregándolos a los perseguidores, pero la gran mayoría se comportó de forma pasiva por el temor por su propia vida, ya que por dar asilo a un judío los alemanes castigaban con la pena de muerte a todas las familias de los que daban el asilo. Así fue, entre otros, el caso de la familia Ulma de Markowa. Si hoy alguien mira solo los que actuaron vergonzosamente y no ve a los héroes conmemorados en el Museo Yad Vashem, se rige por una mala voluntad.
Si la razón por la que se repiten constantemente las mentiras sobre «los campos de concentración polacos», sobre los nazis y no sobre los alemanes quiénes fueron autores de crímenes en las tierras polacas, como también sobre las acusaciones de Polonia de colaboración en el Holocausto y causar el estallido de la guerra, es querer recuperar el patrimonio perdido por los ciudadanos judíos de la Segunda República de Polonia, especialmente el patrimonio sin herederos, hay que decir lo que sigue.
Según la ley de los estados civilizados, las indemnizaciones por las pérdidas de la guerra las paga el autor de esas pérdidas. En nuestro caso los autores son perfectamente conocidos. Son el Tercer Reich alemán y la URSS que a consecuencia de un pacto e invasión común a Polonia en 1939 causaron en las tierras polacas unas terribles devastaciones materiales, sin mencionar la muerte de más de 6 millones de ciudadanos de la Segunda República de Polonia. Si hablamos de quién tendría que cubrir las reivindicaciones sobre la pérdida de los derechos de propiedad y del valor relacionado a ellas, deberían ser sus sucesores legales y no el Estado polaco de hoy, es decir, al final el contribuyente polaco de hoy. La clave para evitar el pago de las reivindicaciones sin cobertura por los autores reales es bien llevada reprivatización. La falta de la ley de reprivatización después de la recuperación de la libertad por parte de Polonia en 1989 fue causada por la gran dificultad en la materia, de lo que se habló más arriba.
La norma general para evaluar del valor de las indemnizaciones debidas es el valor de toda clase de bienes inmuebles en 1939, reducido por cargas hipotecarias existentes en ese momento y la dimensión de las devastaciones de los años 1939–1945. Las devastaciones de la guerra son el la terminología de seguros «la fuerza mayor» y ninguna aseguradora no devuelve los costes al asegurado. En esa situación no importa incluso si el patrimonio devastado había sido asegurado antes de 1939. Los destinatarios de las reivindicaciones sobre esas devastaciones pueden ser solo sus autores. Tasación del valor de los bienes inmuebles en base a la tasación de hoy eleva ese valor por los gastos de su reconstrucción que pagó toda la sociedad polaca por la nacionalización de la economía después de la Segunda Guerra Mundial, como también la subida de los precios de los bienes inmuebles a consecuencia del desarrollo económico. Para evitar entonces unos enormes gastos relacionados con la perspectiva del pago de indemnizaciones in la recompensa debida a Polonia, habría que establecer para cada bien inmueble un «informe de reparación y reprivatización» basado en calculación del valor de la reivindicación según el valor de antes de la guerra, reducido con las cargas hipotecarias, baja del valor en efecto de las devastaciones y del cambio del nivel de los precios después de 1939, como también dirigir las entidades que reclaman el valor del patrimonio devastado a los herederos de los autores de dichas devastaciones, es decir, a los gobiernos de Alemania y de la Federación Rusa.
.Si alguien quisiera reclamar el valor de hoy del patrimonio perdido después de 1939 del Estado polaco de hoy, es decir, de sus contribuyentes –sería difícil encontrar un mayor absurdo y una mayor injusticia. Antipolonismo tiene que tener límites.
Prof. Wojciech Roszkowski