El 19 de abril de 2023 se conmemora el 80.o aniversario del Levantamiento del gueto de Varsovia, el primer levantamiento ciudadano contra los ocupantes alemanes.
“Se está combatiendo por vuestra y nuestra libertad. Por vuestro y nuestro honor y dignidad – como personas, como sociedad y como nación”.
.Este es un extracto de una proclama de la Organización de Combate Judía (“ŻOB”), publicada pocos días después del estallido del levantamiento y distribuida entre la población polaca del bando ario. Los combatientes judíos sabían que esta era una lucha a vida o muerte para ellos, pero no querían dejarse masacrar por los alemanes sin oponer resistencia.
Polonia, hogar de 3,5 millones de judíos (el 10 % de la población del país), fue atacada por alemanes y soviéticos en septiembre de 1939. Varsovia se encontraba en la zona de ocupación alemana. Como en Polonia no había ninguna organización dispuesta a formar un gobierno títere al servicio de los alemanes, los ocupantes decidieron gobernar solos. Anexionaron al Reich los territorios occidentales del país y crearon el Gobierno General en el resto de tierras ocupadas, al frente del cual estaba Hans Frank. Los alemanes se hicieron con el control total de la economía y la reorientaron para satisfacer sus necesidades. En la mente de Hitler, los polacos y los judíos no eran aliados de Alemania, ni le resultaban útiles de ninguna otra forma, por lo que no debían sobrevivir. De ahí que la ocupación de Polonia se caracterizara por una brutalidad sin precedentes en Europa.
El objetivo de trasladar a los judíos de Varsovia y alrededores al gueto, establecido en 1940, era aislarlos del resto de la población. Antes de la guerra, vivían en la capital más de 350 000 judíos, que constituían un tercio de la población de la ciudad. Varsovia era uno de los mayores centros de judaísmo del mundo, el mayor de Europa. En noviembre de 1940, se encontraban tras los muros del gueto 450 000 judíos, hacinados en un área de 300 hectáreas en el centro de Varsovia. El hambre, las enfermedades y las ejecuciones sumarias agravaban gradualmente la deshumanización de los judíos deseada por los alemanes.
El diecinueve de abril de 1943, día del levantamiento contra los ocupantes, había 60 000 personas en el reducido gueto. En el verano de 1942, los alemanes deportaron a la gran mayoría de los judíos desde Varsovia al campo de exterminio de Treblinka (Grossaktion Warschau). Aquellos que pudieron conseguir trabajo en talleres y fábricas útiles para los alemanes evitaron la deportación.
Los alemanes planeaban liquidar completamente el gueto a principios de 1943, tras la última oleada de deportaciones a campos de exterminio. En enero tuvo lugar la primera acción armada de los judíos, que cogió a los alemanes por sorpresa. Dos organizaciones armadas habían sido capaces de organizarse eficazmente en los meses anteriores: la Organización de Combate Judía (“ŻOB”) y la Unión Militar Judía (“ŻZW”).
La ŻOB surgió en 1942 a partir de varias organizaciones juveniles sionistas, obreras y bundistas. La ŻZW fue fundada en 1939 por oficiales del ejército polaco de origen judío y estaba formada por numerosos combatientes del Beitar y sionistas revisionistas. Desde el principio, ambos movimientos intentaron establecer contacto con el movimiento de resistencia polaco, en particular con el Ejército Nacional, con el fin de coordinar actividades y adquirir armas y municiones. La ŻOB y la ŻZW, ideológicamente diferentes, no consiguieron aliarse, pero acabaron estableciendo una forma de cooperación, repartiéndose las zonas del gueto que debían defender. De esta forma, algunos cientos de combatientes judíos de la resistencia, exhaustos y mal armados, decidieron desafiar a la maquinaria bélica alemana en una batalla condenada de antemano a la derrota, pero cuyo símbolo quedaría para siempre grabado en su memoria.
Heinrich Himmler dio la orden de liquidar el gueto el 19 de abril de 1943, festividad judía de Pascua. La operación debía durar dos días y completarse el día del cumpleaños de Hitler, el 20 de abril. Es decir, los alemanes quisieron hacer del horror del exterminio final de los judíos de Varsovia su propia celebración.
Las organizaciones judías se resistieron ferozmente desde el principio. Los primeros días estuvieron marcados por encarnizados combates de la ŻZW en los alrededores de la plaza Muranowski. Los insurgentes colgaron la bandera judía blanquiazul y la bandera polaca en el edificio más alto junto a la plaza, para simbolizar la solidaridad entre las dos atormentadas naciones en su lucha por la libertad, el honor y la dignidad.
La resistencia polaca también participó en los combates, entre otras cosas organizando acciones armadas contra los alemanes del bando ario, suministrando armas y municiones a los insurgentes y ayudando a ocultar a aquellos que conseguían escapar del gueto. El primer ministro polaco en el exilio, Władysław Sikorski, hizo un llamamiento a los polacos para que se solidarizaran con los insurgentes judíos y ayudaran en lo posible.
La desproporción en las fuerzas determinó el destino del levantamiento. Los alemanes enviaron miles de soldados, apoyados por vehículos blindados, artillería, gases de combate y lanzallamas. La ŻOB, por su parte, solo disponía de 500 personas, algunas decenas de pistolas y granadas y unos pocos cócteles molotov. La ŻZW, por su parte, contaba con unas 300 personas, que, sin embargo, estaban algo mejor armadas gracias a la ayuda del Ejército Nacional. La diferencia de fuerzas no impidió a los combatientes judíos luchar por aquello que los ocupantes nazis no tenían: honor y dignidad.
El comandante del ejército alemán, Jürgen Stroop, enfurecido por una resistencia que era más fuerte de lo esperado, aumentó el número de soldados que participaban en la represión del levantamiento. Su brutalidad superó todo lo imaginable: prendieron fuego a los sótanos donde se escondían los judíos, fusilaron allí donde los encontraban a los combatientes de la resistencia, quemaron y demolieron sistemáticamente todos los edificios del gueto junto con sus habitantes. Esto pretendía ser una advertencia a la población polaca que tenía como fin disuadirla de ayudar a los judíos.
La plaza Muranowski cayó tras una semana de encarnizados combates. Los alemanes retiraron las dos banderas, judía y polaca, que ondeaban sobre Varsovia. Los supervivientes de la ŻZW abandonaron el gueto a través de las alcantarillas y continuaron la lucha en el bando ario. Así murieron los comandantes de agrupación: Paweł Frenkel y Leon Rodal.
El ocho de mayo, los alemanes rodearon el búnker de la calle Miła, donde se encontraba el cuartel general de la ŻOB. Los insurgentes, con Mordechaj Anielewicz como comandante, prefirieron suicidarse antes que caer en manos de las fuerzas de ocupación. En algunas partes del gueto los combates continuaron, pero ya con una intensidad menor. El dieciséis de mayo, los alemanes hicieron explotar la Gran Sinagoga situada en la calle Tłomackie, lo que supondría la culminación de la liquidación del gueto. Todos los judíos capturados fueron deportados a campos de exterminio y los restos del gueto fueron arrasados. Cualquier rastro de la presencia judía en la ciudad debía ser borrado para siempre.
Varios cientos de judíos supervivientes se escondieron en el bando ario, y posteriormente participaron en el Levantamiento de Varsovia en agosto de 1944. Es necesario recordar aquí a Mark Edelman, el último comandante de la ŻOB, que tras la guerra se convirtió en la figura más conocida entre los supervivientes. El participante en el levantamiento del gueto que vivió durante más tiempo fue Leon Kopelman, que falleció en 2021 a la edad de 97 años.
Cabe señalar que posteriormente también se produjeron levantamientos en otros guetos: en Białystok, Sosnowiec o Częstochowa.
Todavía hay muchas lecciones que podemos aprender de este acontecimiento tan significativo en la historia del pueblo judío y de Polonia. El Levantamiento del gueto de Varsovia fue el primer levantamiento ciudadano en una ciudad contra los alemanes durante la Segunda Guerra Mundial, y también la mayor acción de resistencia armada judía ante la amenaza de exterminio total. Estos acontecimientos se convertirían más tarde en un elemento constitutivo de la identidad judía e israelí, un contraargumento para quienes afirman que todos los judíos se dejaron masacrar pasivamente. El levantamiento sería una bofetada para los alemanes, que no esperaban una resistencia de tal magnitud y tuvieron que dedicar todo un mes a la liquidación del gueto en lugar de los dos días previstos inicialmente. Este último bastión del mundo judío en Europa Central y Oriental se convertiría en un símbolo de la lucha común y la hermandad de armas entre judíos y polacos, dos pueblos que los alemanes pretendían exterminar. Sería un símbolo de la lucha por el honor, la dignidad y la libertad, un símbolo de victoria moral en medio de un mar de oscuridad y destrucción. Una chispa de esperanza en el corazón de Europa bajo la bota del totalitarismo nazi y comunista. Acabaría inspirando futuros levantamientos, como el de Varsovia un año después.
“¡Viva la hermandad de armas y de la sangre de la Polonia combatiente! ¡Viva la libertad!” (cita del final de la proclama del ŻOB).
Nathaniel Garstecka