No es la primera vez en nuestra historia que somos el escudo de Europa
En la actualidad, Polonia es un país clave en el flanco oriental de la OTAN, defensor de las fronteras orientales de la UE y lugar de refugio para cientos de miles de ucranianos que han huido de la agresión rusa.
.Con un rugido de motores, los tanques Leclerc franceses y Abrams estadounidenses con los colores polacos salieron a la orilla derecha del Vístula. En este lugar, cerca del pueblo de Korzeniewo, el río tiene más de trescientos metros de ancho, pero los puentes anfibios autopropulsados cumplieron su función a la perfección. Tras atravesar el río, no hubo tiempo para descansar. Los soldados aún tenían que recorrer varios cientos de kilómetros.
En este espectacular escenario, los periodistas acreditados y los políticos invitados pudieron presenciar en marzo de este año los ejercicios Dragon-24, que forman parte de las mayores maniobras militares de la OTAN desde la Guerra Fría. Durante dos semanas y media, 20 000 soldados de Polonia, Estados Unidos, Francia, Reino Unido, Alemania y otros países se entrenaron para trabajar juntos en tierra, mar, aire y ciberespacio. “Los ejercicios Dragon-24 muestran nuestra disposición a defender el territorio de la Alianza del Atlántico Norte” – declaraba Andrzej Duda, presidente de la República de Polonia, durante la observación de las maniobras.
“El frente oriental de la OTAN debe permanecer unido ante la embestida de Putin contra Ucrania” – afirmaba sin sombra de duda el general retirado estadounidense Philip M. Breedlove, excomandante supremo de las fuerzas de la Alianza en Europa. En este rompecabezas, Polonia es clave, por su ubicación y su potencial. No es la primera vez en la historia que esto sucede.
El baluarte de Occidente
.En su célebre libro de 1996 El choque de civilizaciones y la reconfiguración del orden mundial mundial, el politólogo estadounidense Samuel Huntington distinguía entre nueve civilizaciones modernas. En Europa claramente dominan dos de ellas: la occidental, construida sobre el cristianismo católico y más tarde también sobre el protestantismo, y la ortodoxa, de la que Rusia es hoy el punto central.
Un vistazo al mapa muestra que Polonia es uno de los países de Occidente con la posición más oriental. A lo largo de los siglos, ha sido, por así decirlo, el guardián del mundo occidental, y a menudo ha pagado un alto precio por ello.
En el siglo XIII, las fragmentadas tierras polacas sufrieron tres veces las invasiones mongolas, que provocaron saqueos y pérdidas demográficas y dificultaron la unificación del Estado. A su vez, el período comprendido entre los siglos XV y XVIII trajo consigo varias guerras entre Polonia y el Imperio Otomano y los tártaros que lo apoyaban. En aquella época, en ocasiones se hacía referencia a nuestro país como el baluarte de la cristiandad porque, al defender sus propias fronteras, actuaba en beneficio de la seguridad de toda la Europa cristiana. Esto quedó claramente demostrado en el auxilio a Viena en 1683. El ejército de Polonia, combinado con el del Sacro Imperio Romano Germánico, bajo el mando del rey Juan III Sobieski aplastó al poderoso ejército turco que asediaba Viena. “Vinimos, vimos y Dios venció” – anunció Sobieski al papa Inocencio XI. Tras esta derrota, el Imperio Otomano no se recuperó y a partir de entonces se mantuvo a la defensiva.
Rusia, mientras tanto, ganaba poder, sobre todo desde el reinado de Pedro I (1682-1725). Polonia supo hacer frente durante mucho tiempo a la nueva amenaza procedente de oriente. Prueba de ello son, por ejemplo, las victorias en Orsha (1514), Kłuszyno (1610) o durante las luchas que duraron varios años entre Esteban Báthory e Iván el Terrible (1577-1582). El siglo XVIII, sin embargo, supuso una enorme crisis para la República. La Rusia zarista consiguió primero que Polonia dependiera de ella y después, junto con Prusia y Austria, que Polonia fuera dividida y borrada completamente del mapa de Europa.
Así se derrumbó un Estado que, comparado con las monarquías absolutas vecinas, se presentaba como una lejana democracia: con un rey elegido por la nobleza en elecciones libres, asambleas regionales y una larga tradición de tolerancia, que permitía la coexistencia pacífica entre polacos, lituanos, rutenos, así como judíos, alemanes, armenios, tártaros y representantes de otras naciones. La constitución de 1791, la primera en Europa, conjuga la libertad para todos los casos. En ella aparecen la “libertad personal”, la “libertad civil”, pero también, por ejemplo, la libertad para “todos los ritos y religiones”.
El imperialismo ruso
.La partición definitiva de Polonia en 1795 inició, desde el punto de vista de sus habitantes, un largo período de esclavitud. Para los polacos que se encontraban bajo el dominio de los zares, los levantamientos sangrientamente reprimidos, la rusificación y la deportación a Siberia se convirtieron en símbolos de esta esclavitud.
La muerte en 1796 de Catalina II, partícipe en las tres particiones sufridas por Polonia, no detuvo la expansión territorial rusa. Al contrario, en el siglo XIX, el Estado de los zares subyugó, entre otros países, Finlandia, Besarabia (que se superpone a gran parte de la actual Moldavia) y los territorios transcaucásicos. Sin embargo, el apetito ruso no cesó y quería llegar mucho más lejos. El llamado Plan Sazónov, anunciado tras el estallido de la Primera Guerra Mundial, implicaba la anexión de Prusia Oriental y Galitzia Oriental. Las demandas posteriores se extendieron incluso a Constantinopla.
Los bolcheviques, que tomaron el poder en Rusia en 1917 como resultado de la sangrienta Revolución de Octubre, proclamaron oficialmente el noble lema de la autodeterminación de los pueblos. De hecho, sustituyeron el imperialismo zarista por otro aún peor, ya que este trajo el terror, la destrucción y la esclavitud a una escala desconocida hasta entonces.
Vladimir Lenin y sus camaradas soñaban con extender la revolución roja a Alemania y, dirigiéndose hacia el sur de occidente, hasta Italia. Sin embargo, Polonia era un obstáculo en este camino, un país que estaba reconstruyendo su condición de Estado tras un largo período de ausencia de libertad después de la Primera Guerra Mundial. “A través del cadáver de la Polonia blanca se abre el camino a una conflagración mundial. […] ¡Hacia Occidente!” – Así escribió Mijaíl Tujachevski, comandante del Frente Occidental bolchevique, una orden dirigida a sus tropas en julio de 1920.
Por una Europa segura
.La victoria del ejército polaco sobre los bolcheviques en la batalla de Varsovia de 1920, que lord Edgar Vincent D’Abernon calificó como la decimoctava batalla decisiva en la historia del mundo, no solo salvó a la recientemente renacida Polonia, sino también a Europa central.
No todas las naciones obtuvieron la independencia en aquel momento. Las autoridades ucranianas se refugiaron en nuestra patria de los bolcheviques. En la placa conmemorativa que se encuentra en una pared frente al hotel Bristol de Tarnów se recuerda desde hace más de un año: “Este edificio fue el cuartel general de los aliados de Polonia entre 1920 y 1922: Consejo de la República, el Gobierno y el atamán en jefe de las Fuerzas Armadas de la República Popular Ucraniana Simon Petliura” El hermano del atamán, Ołeksandr, sirvió más tarde en el ejército polaco como oficial contratado. Varios militares ucranianos y georgianos firmaron contratos similares.
El movimiento del prometeísmo fue poderoso en la República de entreguerras, y apoyaba las aspiraciones independentistas de las sociedades conquistadas por la Rusia soviética entre 1918 y 1921. “Mientras numerosas naciones sigan bajo el yugo ruso, no podremos mirar al futuro con tranquilidad” – declaró el mariscal Józef Piłsudski, uno de los padres de la independencia de Polonia tras la Primera Guerra Mundial.
Sin embargo, el pacto diabólico de Adolf Hitler y Iósif Stalin en agosto de 1939 trajo a Europa una hecatombe peor que la de 1914-1918. La Unión Soviética se apresuró a ejecutarla. Primero, en septiembre de 1939, junto con el Reich alemán, invadió Polonia y se apoderó de la mitad de su territorio. Durante el año siguiente, recuperó el istmo de Carelia de Finlandia, Rumanía – Besarabia y el norte de Bucovina, y ocupó Lituania, Letonia y Estonia en su totalidad. Al final de la Segunda Guerra Mundial, el Ejército Rojo había llegado hasta el Elba. Gran parte de Europa Central y Oriental permaneció en la esfera de influencia soviética durante varias décadas.
.El colapso del sistema comunista permitió a las naciones subyugadas por la URSS obtener de nuevo la libertad. Pero el imperialismo ruso está resurgiendo en su forma postsoviética. En esta situación, el Ejército polaco, reforzado por las adquisiciones de material de los últimos años, constituye el fundamento del flanco oriental de la OTAN. También apoya a la Guardia de Fronteras en la protección de la frontera oriental de la Unión Europea contra los ataques híbridos de Rusia y Bielorrusia. El diario británico The Observer señalaba hace unos años: “Polonia defiende a Occidente frente a Rusia. Otra vez”. Hoy, estas palabras son aún más pertinentes.
Karol Nawrocki