Jan ROKITA: El universalismo polaco

El universalismo polaco

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Jan ROKITA

Filósofo en Política. Activista de la oposición en la época comunista, luego Diputado del Sejm.

Ryc.: Fabien Clairefond

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.Solo algunas de las naciones europeas presentan en su carácter nacional un fuerte elemento de universalismo político. La más antigua y evidente a este respecto es la herencia política de Alemania, que, desde la proclamación del Sacro Imperio en el siglo X, fue portadora de la idea de la unidad política de Europa durante los ocho siglos siguientes. Este universalismo alemán fue elogiado, entre otros, por Dante en las célebres estrofas de La Divina Comedia, apoteosis de la trágica figura del emperador Enrique VII. El universalismo alemán ha determinado en gran medida el curso de la historia europea desde los tiempos más remotos, dando forma al sentido alemán de responsabilidad por todo el continente que tan bien conocemos y que en ocasiones ha preocupado a otras naciones. Sin comprender la naturaleza de este fenómeno alemán, es esencialmente imposible entender qué es la Unión Europea y cómo funciona en la actualidad.

Sin embargo, solo ligeramente más jóvenes son los otros dos universalismos europeos, erróneamente tratados como poco significativos por periféricos: el escandinavo y el polaco. Históricamente, tienen sus raíces en la época de la Ilustración, entre la Edad Media y la modernidad. Dos uniones del siglo XIV: la escandinava, celebrada en el castillo de Kalmar, en Suecia, y la polaco-lituana, acordada en el castillo de Krevo, en Bielorrusia, marcan los inicios de estos dos universalismos tan importantes para la configuración de Europa. La Unión de Kalmar sigue siendo a día de hoy un punto de referencia del profundo sentimiento de unión política que vemos cada día entre los escandinavos. La unión de Krevo, por su parte, creó un estado de una enorme extensión, y el más duradero, ya que perduró durante cuatro siglos, en Europa Central y Oriental, formado por la unión política de polacos, ucranianos, bielorrusos y lituanos.

El fenómeno de esta unión de estados fue la extensión por vastas franjas de Europa del Este (hasta el actual Donbás, por el que se está librando una cruenta guerra) de un orden político basado en la democracia aristocrática, el estado de derecho y la tolerancia religiosa que no tenía parangón en aquel mundo. Desde una perspectiva histórica, puede decirse que la mera existencia del estado constituido por esta unión “empujó” hacia las lejanas fronteras de Europa tanto a los déspotas tártaros orientales, que habían subyugado a toda Europa del Este en la Edad Media, como a la naciente “autocracia” moscovita, que acababa de emerger. Al mismo tiempo, el poder político y militar de la República (porque así solían llamar a su estado los ciudadanos de la época) creó durante mucho tiempo una especie de “zona de seguridad” que permitió el desarrollo civilizatorio de Europa Central y Oriental. Cuando, en el siglo XVIII, el estado constituido por esta unión perdió su capacidad de garantizar la seguridad de esa vasta zona, se produjo una catástrofe histórica común para polacos, ucranianos, bielorrusos y lituanos. Durante muchos años, todas estas naciones se encontraron bajo el dominio de tiranías, que no solo ignoraban la idea de libertad individual, sino que buscaban por la violencia destruirlas y desarraigarlas de su identidad.

Independientemente de las disputas y guerras civiles libradas por las cuatro naciones unidas a lo largo de la historia, el tiempo de esos cuatro siglos moldeó sus caracteres nacionales. De ellos surgió la polaca “Solidaridad”, que influyó decisivamente en la nueva configuración de Europa a finales del siglo XX, así como la heroica defensa actual de la libertad de Ucrania frente a la nueva embestida de Moscú. Al fin y al cabo, las naciones que antaño formaban la extensa República habían aprendido a lo largo de los siglos que podrían simplemente dejar de existir si no lograban defenderse de la constante amenaza procedente del este. Precisamente por esta razón, su aspiración política contemporánea es reconstruir la antigua “zona de seguridad” que en su día les proporcionó su condición de estado común. Sin esta aspiración, no habrían tenido éxito los esfuerzos de Polonia y Lituania por ingresar en la OTAN. Y esto ocurría en la década de 1990, cuando podía existir la falsa impresión de que la paz en Europa era permanente y de que Moscú por fin se asemejaba cada vez más a Occidente. Sin esta aspiración, tampoco existiría hoy el insistente llamamiento del presidente Zełenski a abrir a Ucrania las puertas aún cerradas de la alianza occidental.

Pero el legado inestimable del estado constituido por esta unión es el fuerte universalismo de Europa del Este, que ahora se ha reavivado. No fue en absoluto una coincidencia que, para los ucranianos, el momento decisivo en el que finalmente decidieron deshacerse de la dominación rusa fuera cuando un presidente sumiso a Moscú intentó bloquear la asociación de su país con la Unión Europea. Esta fue la génesis del Maidán de 2013 y, como consecuencia, también de la posterior invasión por parte de Moscú. Es realmente algo poco común y característico que una nación, que lucha por su independencia nacional, muestre al mismo tiempo un deseo tan fuerte de participar en el orden político supranacional creado por la Europa democrática y por América tras la Segunda Guerra Mundial. Es precisamente esa experiencia de la antigua República supranacional la que señala a los ucranianos que, sin algún tipo de orden de seguridad universalista en Europa del Este, una Ucrania libre puede volver a ser una entidad sin permanencia, es decir, un “estado temporal”.

En cuanto a Polonia, se podría parafrasear a Thomas Mann, aplicando a los polacos lo que ese gran escritor escribió sobre su nación alemana: “Lo polaco, en particular, significa lo suprapolaco”. El universalismo polaco es algo parecido al alemán, salvo que siempre tiene los ojos puestos en el este de Europa. En la tradición polaca, este estilo de pensamiento político se denomina a veces “prometeísmo”. Según esta creencia generalizada en Polonia, y esto desde hace siglos, la seguridad polaca se corresponde con la de toda Europa del Este. Un conocido eslogan de la tradición polaca: “Por vuestra y nuestra libertad” expresa precisamente esta, esencialmente pragmática, convicción.

.Por esta razón, hoy para los polacos no existe cuestión más importante en la política europea que la de si Europa del Este, y Ucrania en particular, se incluirá finalmente en la zona de seguridad euroatlántica como resultado de la guerra que está teniendo lugar actualmente. De hecho, la alianza occidental cumple hoy la misma misión en términos de seguridad y oportunidades de desarrollo civilizatorio que la República en siglos pasados, formada por la unión de polacos, ucranianos, bielorrusos y lituanos. Por tanto, digámoslo muy claramente: Si, como resultado de la guerra actual, esta alianza americano-europea, que garantiza la libertad y la seguridad, no se expandiera hacia el este, supondría una derrota histórica para todo el universalismo de Europa del Este. Desde el punto de vista del futuro político, no solo Ucrania sino también Polonia habrían perdido esta guerra de forma desastrosa. Y esto independientemente de cómo se desarrollaran las propias acciones bélicas.

Jan Rokita

Material protegido por los derechos de autor. Queda prohibida su distribución salvo permiso explícito de la editorial. 03/05/2023