Andrzej DUDA: Vence al mal con el bien - Sobre el héroe nacional polaco - el guardián espiritual del movimiento Solidaridad

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Andrzej DUDA

Presidente de la República de Polonia

Ryc.Fabien Clairefond

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Hace cuarenta años, mi patria, Polonia, como parte del Bloque del Este, estaba sometida a una dictadura comunista.

.En octubre de 1984, la televisión estatal informó del secuestro del carismático predicador, el padre Jerzy Popiełuszko, y de que agentes del Servicio de Seguridad, es decir, la policía política del régimen comunista, estaban implicados en una “operación arbitraria”. Al poco tiempo, fue encontrado el cadáver del sacerdote. Los expertos no tenían ninguna duda: se trataba de un asesinato precedido de tortura.

La noticia conmocionó a la sociedad polaca. Más de 600 000 personas, entre ellas delegaciones de trabajadores de centros de trabajo de todo el país, despidieron al sacerdote asesinado en la ceremonia fúnebre celebrada en Varsovia.

¿Quién era el sacerdote de 37 años de la archidiócesis de Varsovia cuya muerte conmovió tan profundamente a millones de polacos? ¿Por qué fue declarado beato de la Iglesia Católica el año 2010?

Para entenderlo, tenemos que retroceder en el tiempo hasta la Segunda Guerra Mundial. El 1 de septiembre de 1939, el Tercer Reich alemán lanzó un ataque armado contra el territorio de la República de Polonia. A continuación, en virtud del Pacto Ribbentrop-Mólotov firmado el 23 de agosto de ese año, las tropas soviéticas atacaron Polonia el 17 de septiembre, ocupando una amplia franja de nuestras tierras orientales. La República como país se derrumbó, pero como Estado Polaco Clandestino, que se estableció al poco tiempo, ofreció una resistencia ininterrumpida a los invasores, en estrecha cooperación con los aliados. Entre noviembre de 1943 y agosto de 1945, en las conferencias de Teherán, Yalta y Potsdam, los dirigentes de los Estados Unidos de América, Gran Bretaña y la Unión Soviética acordaron los principios de un nuevo orden en Europa. También decidieron el destino de Polonia, un país que durante mil años había contribuido a la cultura de Occidente; un país que fue el primero en resistir la invasión armada del Tercer Reich y que no solo nunca colaboró con la Alemania nazi, sino que aportó miles de sus soldados a los ejércitos aliados en todos los frentes de la lucha contra Hitler.

Desgraciadamente, como resultado de los acuerdos de los Tres Grandes, mi patria, aunque formalmente liberada, permaneció bajo dominio soviético. Tras la tragedia de la criminal ocupación alemana, el final de la Segunda Guerra Mundial no trajo a los polacos libertad y desarrollo, sino la esclavitud comunista, guarniciones permanentes del Ejército Rojo y subordinación colonial al imperio con capital en Moscú.

Basándose en la dependencia de los soviéticos, el régimen comunista y su ideología totalitaria representaban lo contrario de los ideales y aspiraciones más queridos por los polacos, como el Estado soberano, el respeto de la tradición cristiana y la libertad religiosa, una economía basada en la propiedad privada y la solidaridad social, y también el deseo de recuperar el retraso causado por la destrucción del país por dos guerras mundiales. Por desgracia, los temores de los patriotas polacos se confirmaron. Los efectos de la implantación del comunismo en Polonia fueron similares a lo ocurrido en otros lugares del mundo: la explotación política y económica por parte de la URSS, una economía ineficaz, el empobrecimiento generalizado y el trabajo más allá de las propias fuerzas, los privilegios para la vanidosa “aristocracia roja”, el pisoteo sistemático de los derechos humanos y de la auténtica cultura nacional, la dura censura y el estado policial, los juicios espectáculo, las pacificaciones sangrientas de las protestas obreras, los asesinatos y otros crímenes de un aparato represivo completamente impune.

La vida social en la Polonia gobernada por los comunistas se vio envenenada por fenómenos proféticamente descritos por George Orwell en su novela de título revelador 1984. Entre ellos, por ejemplo, la neolengua y el doblepensar, así como las sesiones públicas de odio contra las personas a quienes las autoridades estigmatizaban como “enemigos del pueblo”. Para ser considerado un enemigo de este tipo, uno no tenía que pedir el derrocamiento del régimen, ni criticar abiertamente sus errores y su maldad. Bastaba con hablar de hechos evidentes y utilizar, según su significado original, conceptos como libertad, justicia, dignidad humana y de los trabajadores, solidaridad. Bastaba con hablar sobre el mal que representa la tiranía del miedo y del oportunismo; de la verdad como valor no solo en la vida individual sino también en la colectiva; de la visión cristiana de la sociedad y del amor a la patria. Bastaba con mantener la calma frente a la presión y el acoso, rezar públicamente por los opositores perseguidos y encarcelados, prestar apoyo espiritual y moral a las personas libres en su interior.

En tales realidades de la vida ejerció Jerzy Popiełuszko su ministerio sacerdotal. Fue capellán del movimiento nacional Solidaridad, formado a raíz de la oleada de huelgas masivas de 1980, que pronto fue ilegalizado y continuó funcionando en la clandestinidad. Para los polacos, el padre Jerzy se convirtió en una auténtica autoridad y en alguien que despertaba las conciencias, un héroe que encarnaba las aspiraciones de libertad de la nación. Grandes multitudes asistían a sus famosas misas por la patria. Sus encendidos y alentadores sermones circulaban por todo el país en forma de grabaciones y publicaciones clandestinas. Su servicio pastoral en los círculos de trabajadores y de la oposición democrática le granjeó una reputación de guía espiritual y mentor plenamente comprometido con su vocación.

En respuesta, el régimen comunista desató una campaña de calumnias, provocaciones y burlas contra el padre Popiełuszko. Llegó incluso a intentar intimidarlo y agredirlo físicamente. Y cuando incluso esto fracasó, el valiente sacerdote fue secuestrado, torturado y finalmente asesinado bestialmente por tres oficiales de una unidad especial del Servicio de Seguridad, dedicada a combatir a la Iglesia católica en Polonia. Las circunstancias del crimen permanecen hasta el día de hoy sin aclararse en su totalidad, y el curso de la investigación y el juicio siguen siendo dudosos. Los autores fueron puestos en libertad mucho antes de que expiraran sus largas condenas de prisión.

Desde los primeros días después de su muerte, el padre Jerzy Popiełuszko fue tratado en Polonia como un mártir, es decir, como una persona que testimoniaba con su actitud su heroica fidelidad al Evangelio. El papa Benedicto XVI dictaminó que el capellán de Solidaridad murió por su fe, por los ideales cristianos de verdad y amor al prójimo. Por arriesgar su vida para entregar la fuerza de la religión a quienes sufren opresión, como personas y como cristianos.

Sin embargo, el mensaje más importante, universal y siempre actual del padre Jerzy fueron las palabras de san apóstol Pablo de la Epístola a los romanos: “Vence al mal con el bien”. El sacerdote siempre llamaba a no responder a la vileza, la violencia y el trato inhumano con vileza y violencia. Advirtió que responder con el mal al mal haría que, al final, nos preguntáramos qué hemos ganado realmente, ya que, al vencer, nos habríamos vuelto como nuestros perseguidores.

Él mismo eligió el camino del sacrificio y la entrega hasta el final por fidelidad a los valores que profesaba.

.Estoy convencido de que la vida y la obra del padre Jerzy Popiełuszko, su victoria póstuma sobre el sistema comunista de mentiras y opresión, y el llamamiento a “vencer el mal con el bien” deberían convertirse en tema de reflexión para todos aquellos que desean hacer del mundo moderno un lugar mejor. Porque la figura del padre Jerzy trae al mundo un mensaje de esperanza y el sentido de perseverar hacia la paz y la justicia.

Andrzej Duda

Material protegido por los derechos de autor. Queda prohibida su distribución salvo permiso explícito de la editorial. 18/10/2024