Prof. Zdzisław KRASNODĘBSKI: Tradición polaca de la libertad

Tradición polaca de la libertad

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Prof. Zdzisław KRASNODĘBSKI

Sociólogo, profesor de la Universidad de Bremen, diputado polaco al Parlamento Europeo.

Ryc.Fabien Clairefond

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La Constitución del 3 de mayo pasó a la historia como la segunda ley fundamental escrita después de la estadounidense y como un gran acto de libertad de aquella época, finales del s. XVIII.

.Ordenaba los principios sistémicos del Estado, constatando al mismo tiempo que «cualquier poder de la sociedad humana tiene su origen en la voluntad de la nación». Proclamaba la igualdad de derechos de los ciudadanos, aunque aún no a todos los habitantes de Polonia los consideraba como ciudadanos, siendo cauta en cuanto a los cambios de la estructura de las clases sociales, lo que en la época de la revolución, cuando pronto se iba a establecer la igualdad también con la guillotina, se consideraba como ventaja. Garantizaba las libertades civiles: «La seguridad personal y cualquier propiedad, a quien fuera que le correspondiera por ley, como un elemento central de la sociedad, como el ojo de la libertad civil, respetamos, salvaguardamos, afirmamos y para que en la posteridad permanezcan siendo respetadas, aseguradas y no infringidas».

Al contrario a la constitución estadounidense, no era un acta que estableciera un Estado, ni que le confiriese leyes fundamentales a una nación naciente. Tal acta fue en el caso de Polonia la Unión de Lublin de 1569. Y ella puede considerarse como la primera constitución polaca, porque creaba una nueva unidad política, República [de las Dos Naciones –N. del T.], y establecía normas de la gobernanza. Pero ella también solo resumía las etapas del ya existente desde hace mucho tiempo proceso de unirse la Corona del Reino de Polonia con el Gran Ducado de Lituania.

Al contario a otros países de Europa, Polonia no evolucionó de una monarquía estatal [monarchia stanowa –N. del T.] a una monarquía absoluta, sino hacia una República con un régimen mixto, siendo al mismo tiempo una monarquía electiva y república, en la que alrededor de 10% de habitantes tuvo derecho a elegir al rey y a sus representantes al Sejm [parlamento –N. del T.] y a las asambleas regionales [sejmik –N. del T.].

El concepto de la libertad que dominaba en esa territorialmente extensa “República de las Dos Naciones”, como fue llamada, se parecía a ese que los historiadores de las ideas encontraron en las repúblicas urbanas italianas. Sus ciudadanos con gusto la comparaban a la antigua República Romana. El Estado, en su entender, no era como Leviatán, una creación levantada arriba de una nación política, arriba de la sociedad, sino una «cosa común» [res publica –N. del T.] sostenida por actuar juntos y la libertad fue entendida no solo como una libertad individual, sino como la posibilidad de decidir juntos sobre las leyes establecidas. En Polonia no hubo Inquisición, no hubo persecución de disidentes religiosos –solo como reacción a una invasión devastadora de Suecia protestante en 1655 empezó a limitarse la tolerancia. Podría decirse sin exagerar que los ciudadanos de la República eran las personas más libres en Europa. Y se consideraban como tales. Desde su punto de vista las monarquías absolutas no eran países libres, sino ejemplos disuasorios de esclavización, donde no había libertad de expresión, donde un noble pudo ser encarcelado sin previa sentencia judicial y donde el gobierno se entrometía en la gestión.

Para las destacadas mentes de Europa del s. XVIII tales como Diderot o Voltaire, admiradores de los déspotas ilustrados tales como Catalina II o Federico II esa libertad polaca era un exceso, algo contradictorio a la razón. También Kant se quejaba que Polonia es tal país donde toda persona quiere ser un señor y nadie quiere ser súbdito. Al mismo tiempo se señalaba a los polacos de que esa libertad era exclusiva de una clase social –la nobleza.

El experimento polaco con la libertad en efecto se hacía cada vez más arriesgado, peligrando la continuidad del Estado. Ese régimen exigía muchas virtudes a los ciudadanos para que la libertad no se convirtiera en arbitrariedad y anarquía. La Constitución de 3 de mayo fue un intento de recuperar la maniobrabilidad y al mismo tiempo iba a proteger al Estado contra una invasión externa y descomposición interna. Restringía la libertad para salvarla –introducía la monarquía hereditaria, privaba de derechos políticos la nobleza sin patrimonio, ampliaba los derechos de la burguesía.

Los que se rebelaron contra ella, pidiendo la intervención a la zarina Catalina II, invocaban los «derechos cardinales» y antiguas libertades. Por el pavor a un supuesto despotismo interno, se dirigieron al despotismo más grande de Europa. Ejércitos extranjeros –pruso y ruso– gustosamente «restablecieron el orden» y «el Estado de derecho», destruyendo ese excepcional espacio de libertad.

.Si la República hubiera perdurado, la historia de Europa habría tenido otro rumbo: las tradiciones del clásico republicanismo no serían tan fácilmente olvidadas, el despotismo ruso habría seguido fuera de sus fronteras y el militarismo pruso habría sido embridado. Perdiendo la independencia y entendiendo que sin ella no hay tampoco plena libertad personal, los polacos la reclamaban durante todo el s. XIX, empezando por la insurrección de Kościuszko en 1794. Ese apego polaco a la libertad se puso en manifiesto también en el s. XX –a través de la detención de la invasión bolchevique en Europa en 1920, de responder con la lucha armada al ataque del Tercer Reich en 1939, de la creación de Solidaridad [«Solidarność» –N. del T.] en 1980, el vencimiento del comunismo en 1989.

Zdzisław Krasnodębski

Material protegido por los derechos de autor. Queda prohibida su distribución salvo permiso explícito de la editorial. 30/04/2021
Piotr Mecik / Forum