Karol NAWROCKI: Un martirio que constituye un testimonio

Un martirio que constituye un testimonio

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Karol NAWROCKI

Presidente del Instituto de la Memoria Nacional.

Ryc. Fabien Clairefond

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La ocupación alemana y el demencial plan del Holocausto supusieron para los polacos, y especialmente para los judíos que vivían en Polonia, un enfrentamiento con la civilización de la muerte. Se trataba de un plan para aniquilar a todo un pueblo y subyugar los territorios conquistados en base a la idea de dividir a la humanidad en una raza de señores y en subhumanos completamente dependientes de ellos. Por tanto, en estos tiempos horribles, además de la guerra en los frentes, se libraba otra guerra aún más terrible y siniestra: la guerra contra la humanidad. En defensa de esta humanidad se alzaron multitud de héroes que, a pesar de la omnipresente humillación sufrida, estaban dispuestos a realizar los mayores sacrificios. No podemos dar los nombres de todos ellos; el valor de muchos solo lo conocerá la Providencia. El sacrificio de otros puede ser un testimonio para nosotros, como ocurre con el martirio sufrido por la familia Ulma de Markowa.

.El martirio no se puede planificar. Según la Iglesia, el sacrificio de un mártir tiene lugar cuando, independientemente de las circunstancias, una persona desea vivir el Evangelio, seguir a Cristo y permanece firme en esta determinación. Incluso en los momentos más difíciles, incluso ante la amenaza de muerte, incluso cuando se enfrenta al opresor más cruel. Tal era la actitud de la familia de Wiktoria y Józef Ulma, del pueblo de Markowa, en la región de Podkarpacie.

Cuando dos totalitarismos destructivos, el alemán y el soviético, cayeron sobre Polonia en septiembre de 1939, la vida de la familia Ulma, como la de todas las familias polacas, cambió radicalmente. Lo que no cambió fue su voluntad de dar testimonio de su fe y su convicción de que el amor cristiano es para todos, independientemente de los tiempos en que vivan, y quizá incluso especialmente en los tiempos en que las opciones en la vida se vuelven inimaginablemente difíciles.

Cuando la humanidad exige valor

.La elección de Wiktoria y Józef Ulma era obvia desde su punto de vista. Cuando Saul Goldman pidió ayuda para él y sus seres queridos en el otoño de 1942, la familia Ulma, que vivía en Markowa, les abrió las puertas de su casa. ¿Cuál era la amenaza que se cernía sobre los Ulma al hacer esto? En la cruda realidad de la ocupación alemana, lo arriesgaron todo, puesto que cualquier ayuda prestada a los judíos condenados al Holocausto se castigaba con la muerte. A pesar de ello, los Ulma dieron cobijo a los necesitados, proporcionando un techo a ocho personas aterrorizadas y en peligro de muerte durante varios meses.

Durante casi año y medio, desde las ventanas de la casa de Markowa, las personas que allí se ocultaban pudieron observar la realidad de la que huían. Alemanes impunes y polacos sometidos a la violencia. Luchando con la desesperanza de la ocupación, los aldeanos se sumieron en el terror.

¿Qué guió a los Ulma a la hora de decidir acoger en su casa a unas personas judías necesitadas y aterrorizadas? Al fin y al cabo, no eran los únicos que se enfrentaban a una elección así, ni en la zona, ni en toda la Polonia ocupada, ni en la Europa conquistada por los alemanes. Miles de personas, familias o comunidades hicieron lo mismo. En diferentes circunstancias, por diferentes motivos, a menor y mayor escala. En el caso de los Ulma, sabemos que se guiaban por los principios de su religión. Tomaban al pie de la letra el mandamiento cristiano del amor, el deber de ayudar a los necesitados y el mandato de darles cobijo derivados directamente del Evangelio. Y si a primera vista su decisión puede parecernos extremadamente difícil, ellos vieron en sus acciones sobre todo la lógica de la actitud cristiana hacia sus semejantes, la lógica según la cual el amor está por encima de la muerte y del miedo.

El evangelio de los asesinados

.Las inspiraciones religiosas de los Ulma no son meros eslóganes altisonantes. Son un hecho objetivo, históricamente investigado, basado en numerosos relatos y pruebas materiales, como las Actas bíblicas pertenecientes a Wiktoria y Józef, en las que resaltaron en color rojo el título de una subsección del Evangelio de san Lucas, que contiene el mandamiento del amor y la parábola del buen samaritano, así como un extracto de una subsección del Evangelio de san Marcos “Sobre el deber cristiano”.

Los Ulma eran conscientes de las terribles consecuencias que se cernían sobre ellos. Fueron advertidos por sus vecinos e incluso por sus familiares directos. Se dice que Józef respondió a su primo que no podía echar de su casa a los judíos que ocultaba porque ellos eran tan personas como él.

En esta actitud profundamente cristiana, Józef estaba acompañado por su mujer y sus hijos. Dispuesta a hacer los mayores sacrificios por su familia, Wiktoria sin duda sacaba esperanzas y fuerza de la oración. Sabemos por diversas fuentes que ésta era su vía de escape de la angustia y un fortalecimiento de su fe.

Por supuesto, los “samaritanos de Markowa” vivían en una sensación constante de peligro. Todos los que les conocían destacaban su inteligencia y su sabiduría. Sin duda formaban parte de la élite local y a menudo se recurría a sus consejos y a su experiencia. Conscientes de la realidad que les rodeaba, conocedores de las realidades de la ocupación, sabían lo que podía ocurrirles. Esto nos permite tener esperanza de que, en el sentido cristiano, trataban de estar preparados para lo que estaba por venir.

La mañana del 24 de marzo de 1944 les alcanzó su destino. Tres de los judíos que escondían fueron asesinados probablemente mientras dormían, el resto fueron fusilados delante de su casa. Wiktoria y Józef murieron posteriormente por las balas alemanas. Wiktoria, en avanzado estado de gestación, se puso de parto durante la ejecución. Los últimos en morir fueron los niños, seis hermanos que tuvieron que presenciar toda la tragedia. Las últimas palabras que debieron oír los niños fueron los gritos de uno de los alemanes: “Mirad cómo mueren los cerdos polacos que esconden a judíos”. Se ordenó a los polacos de la localidad que enterraran a los ejecutados. Los alemanes se concentraron en saquear la propiedad, terminando la operación con una libación alcohólica.

Martirio significa testimonio

.La yuxtaposición de la actitud cristiana de los Ulma con la locura impía de los torturadores alemanes constituye un enfrentamiento de dos opciones. El amor, que te empuja a elegir la vida, ordenándote ayudar a los necesitados, y el odio, que elige la muerte y la destrucción, en este caso en nombre de una ideología demencial.

La actitud de los Ulma es, por supuesto, un testimonio (en griego martyria) de su itinerario cristiano, testimonio de su humanidad. Sin embargo, en unas condiciones de esclavitud tan generalizada como las que prevalecieron durante la ocupación alemana, esta actitud también puede ser un símbolo de la verdadera libertad, del derecho a tomar incluso las decisiones más difíciles a pesar de las circunstancias abrumadoras, de acuerdo con la propia conciencia, con los valores que uno profesa, sin tener en consideración las órdenes y prohibiciones totalitarias. En este contexto, Wiktoria y Józef Ulma, al igual que Irena Sendlerowa, la madre Matylda Getter y miles de otras personas conocidas y desconocidas que se atrevieron a ayudar a los perseguidos, eligieron la libertad. Como personas libres, defendieron –en cierto sentido siguen defendiendo– nuestra humanidad.

Karol Nawrocki

Material protegido por los derechos de autor. Queda prohibida su distribución salvo permiso explícito de la editorial. 07/09/2023